sábado, 11 de diciembre de 2010

¿No te quedas a cenar?

Para yogui que deseaba saber un poco de mi pasado cuando el era un niño.



Gracias a uno de mis tantos empleos fugaces conocí a Yandé. Ernesto y Joaquín eran primos y trabajaban como pintores a domicilio. Una noche mientras chupábamos me propusieron un empleo con ambos.

-Deja la concha un rato we -Me dijo Joaquín.

-Estoy saludable cada vez que no tengo dinero.

-No mames-dijo Ernesto-¿Cómo es eso de estar saludable si no tienes dinero?

-No me presiono por acumular más y a decir verdad las mujeres siempre costean lo que yo sugiera.

-Pero a veces no tendrás para el chupe cuando lo dispongas-Dijo Joaquín terminando por beber una coca de lata con mezcal.

-Tienes razón-le dije-buscaré un empleo temporal.

-Ya no busques. Tenemos una chamba en Plateros. Hemos conseguido que paguen muy bien por pintar todo un edificio.

-Eso sí que va a ser duro.

-Y más entre sólo tres- masculló Joaquín.

-¿Quiénes?-dije al aire

-Pues nosotros y tú.-dijo Ernesto

-¿Cuándo comenzamos?

-Mañana mismo. Así que para de mamar y ve a descansar.

-Es cierto. Vagar también fatiga demasiado.

-Te recogemos por la mañana a las siete.

El trabajo no era tan difícil como yo pensaba. Había suficiente pintura, suficientes brochas, suficientes rodillos y suficiente consideración de los inquilinos para concluir la faena sin que nadie nos apresurara.

Remojar, alzar y embadurnar la pared. Sólo eso requería un trabajo de paga estimulante.

Por entonces pensaba en mi amigo Manuel. Habíamos sido compañeros en la preparatoria. Ahora él estudiaba la carrera de Derecho y tenía un empleo de media jornada como archivista en un bufete prestigiado de abogados. Recibía un pago raquítico por un empleo que consumía gran parte de sus horas que correspondían a un plácido sueño. El conocimiento del mundo ya no es rentable . Eso es un hecho. En cambio, sólo el conocimiento de los servicios reporta buenas ganancias. Bueno, a veces.

El caso es que enriquecer la mente te deja bien pobre hoy en día. Además me dedicaba sólo a lo que cualquier otro se dedicaba: comer, dormir, mojar, pintar, follar, lavar, estudiar, disertar y olvidar. Nada difícil por supuesto.

Después de tres semanas ya habíamos cubierto tres cuartas partes del edificio. Sólo restaban algunos detalles del exterior y los departamentos de la planta baja. Durante la última semana cubrimos los huecos y al llegar el viernes por la noche estábamos casi por concluir. Esa misma noche conocí a esa lunática.

Estábamos pintando las traves y la fachada de los últimos cuatro apartamentos cuando nos alcanzó la noche. Como era costumbre, Ernesto y Joaquín estaban demasiado pachecos para continuar con la empresa. Así que no hubo más remedio que tratar de terminar la faena por mis propios medios. Cuando llegué a la última fachada comencé a olisquear ese peculiar e inconfundible aroma a cedro. Me puse a pensar que tal vez esos dos ya se habían descarado pero no fue así. El tufo provenía del último departamento que aún continuaba pintando. Podía escuchar demasiado bullicio en su interior. La música trepidaba hasta el último piso. Decidí omitir la cosa y así resolver los últimos detalles. De pronto, un tipo moreno con dreadlocks, con el dorso descubierto y pantaloncillos cortos abrió la puerta.

-¿Qué es lo que quieres? - preguntó demasiado inquisidor mientras avanzaba unos pasos y fumaba un toque.

-Estoy terminando mi trabajo-le dije de una forma indiferente. En realidad siempre he subestimado a los adictos aunque yo haya sido uno. La mayoría intenta atemorizar encarándote y sin embargo, nunca he conseguido medirme con uno de puños ágiles.

-¡Ah! Ya recordé-dijo sin soltar el pomo de la puerta- ¿Anda todavía por ahí Ernesto?

-Anda bien puesto en la otra entrada.

- Entiendo. Dile que dice el Pecas que si quiere puede caerle a por unos tragos o unos cuantos pipazos.

-Seguro.

Cuando cerró tras de sí la puerta me puse a recoger el material y después lo llevé fuera. Esos dos seguían quemando como bestias.

-Dice un tal Pecas que si quieren pueden pasar a su depa por chupe o para seguir inflando sus pulmones de cagada vegetal.- les dije.

-¡No mames!-dijo Ernesto atónito-vamos de una buena vez. Ese vato es un nariz de yeso. Consume mierda como si fuese terapia intensiva.

Entonces amontonamos el material de trabajo, nos quitamos los overoles y entramos de nuevo al edifico para tocar su puerta.

En cuanto entramos, una inusitada sensación de cautela se apoderó de mi. Miré los alrededores y noté que había algunos weyes con los que había tenido broncas en el pasado.

Aunque andan muy colgados seguro el rencor permanece en completa vigilia-pensé.

Todos en el interior aparentaron mirarnos con indiferencia pero a ratos me percataba cuando bisbiseaban entre ellos mientras mis grifos acompañantes se distraían. El pecas se acercó muy entusiasta y puso en nuestras manos unas caguamas bien heladas.

-Cámara, vamos a piestar-dijo

Me fui a sentar en un recodo de la sala mientras los otros dos permanecían de pié aseando de cocos su toque. Sin embargo, siempre anduve ojo avizor ante el resto.

Un par de morenazos con cabello desteñido por el peróxido jugaban baraja al tiempo que presionaban el émbolo de una fina jeringa incrustada en sus tobillos. En el sillón que estaba frente a mí, tres sujetos blanco s y medianos que vestían el mismo jersey de un equipo de soccer español tenían puesto un juego de peleas en la play station. Eran pésimos.

Anduve mirando por un rato sus encontronazos hasta que uno se dio cuenta y dijo en un tono muy pretencioso:

-¿Qué, le sabes? Haz reta entonces.

En menos de media hora, después de haber tomado el joystick dí cuatro rondas consecutivas completamente invicto. Los había pulido demasiado fácil. Después tuve ganas de orinar, así que me incorporé y caminé hacia el baño mientras dejaba tras de mí a esos futboleros que para entonces me lanzaban una mirada de disgusto reverencial.

Al abrir la puerta del baño encendí la luz y encontré a un hombre sentado encima del retrete que tenía la tapa abajo. Era miope, vestía unas bermudas, una camisa floreada y unos vans old school. Ese calzado era mi predilecto.

Tenía entre sus manos una lata de coca-cola que estaba perforando en el centro con un alfiler. Tenía lapsos de risas psicóticas que alternaba con intensas arcadas.

-Creo que el diablo me está castigando por haber cruzado tequila con mota-dijo muy irónico.

- El diablo sólo se ensaña con las buenas personas-le dije serio-la porquería le tiene sin cuidado. Sabe que esa va por buen camino, por eso no le presta atención.

Sonrió y luego salió gritando a todo mundo pidiendo urgentemente un poco de ceniza de tabaco. Fue entonces al salir del baño cuando me topé con ella. Era alta, demasiado alta para mi estilo pero muy adecuada para mi gusto. Llevaba encima una pequeña falda de mezclilla y un blusón escotado. Era trigueña de piernas torneadas, tetas medianas y un sedoso cabello que se precipitaba hasta ellas. Tenía una mirada insidiosa que no pude eludir.

-Es mejor que se vayan de una vez.-dijo-están a punto de meterse en problemas.

-Lo sé pero a ti… ¿qué pueede importarte?

-Quiero verte la próxima semana pero en una pieza. Me llamo Yandé.

Al decirme eso puso entre mis manos un papel, dio media vuelta de inmediato y salió rumbo a la sala con un andar impetuoso. Esa chica tenía un garbo formidable.

Entonces regresé a la sala. Me sobrevino un ataque de ira. Deseaba darles en la madre a cada uno. Sin embargo, estábamos en plena desventaja. Dos grifos y un enfurecido no formaban un buen equipo.

Les dije a ambos con disimulo que teníamos que salir aprisa en cuanto acabaran su porro. Se negaron pretextando que preferían seguir fumando. Entonces me di cuenta que había más movimiento. Todos seguían bisbiseando y rotaban de lugar continuamente. Se acentuaban los problemas. La rabia no se me aplacaba pero la noche no favorecía de mi lado en lo absoluto. Tomé a esos dos del gaznate y los saqué a empellones. El pecas comenzó a gritar con un aire engreidoy malicioso.

-Aguanten, apenas va a comenzar el coto.

Decidí no mirar atrás y seguir dando empuje a esos dos. Al llegar al final del pasillo dos cabrones custodiaban la puerta. Estaba cerrada. Solté a esos dos y anudé las cintillas de mis tenis. Uno de esos gendarmes estaba lamiendo una paleta tupsi..La mordió enseguida, crujió durante unos segundos dentro de su boca y después dijo algo en un tono desafiante.

-¿Tú eres Alejandro?

-No te hagas pendejo-dije muy insolente-Si me preguntas es porque lo sabes.

-Hace un par de días putearon a uno de mis hermanos. Me dijeron que fue un tal Alejandro.

El tipo era de estatura promedio. Miré sus nudillos y no parecían prominentes. No abriría mi piel al instante así que deduje una probable ventaja. Me convencí de que podía con él. Yo siempre he podido con quien sea.

-Hace días le puse en la madre a unos weyes. Me provocaron. Si lo volviesen a hacer seguro que lo haría de nuevo.

-Pueden pedir esquina-dijo

-Yo no, siempre me las compongo solo.

No me arredré. Además, ese dúo de bultos que me acompañaban ya estaban alertas. La adrenalina disipa cualquier efecto de inmediato.

-Me gustan los hombres con huevos- dijo a la vez que hurgaba sus bolsillos del pantalón.

- y a mí los que arreglan sus pedos solitos.- dije mientras guardaba mi reloj en el bolsillo

-Tienes razón.

Entonces me abrí paso entre ellos y empujé la puerta. Ambos nos miramos con aire retador unos cuantos segundos y después di con los otros marcha hacia casa. Habíamos avanzado un tramo considerable cuando escuchamos una parvada de pasos que se aproximaban deprisa. Entonces entorné tras de mi andar y fue cuando sin percibirlo, recibí un impacto en el entrecejo. Se armó la trifulca entre varios pero yo sólo me concentré en quien se aproximaba hacia mí.

A decir verdad nunca he salido ileso de un pleito. Además, siempre he sido al que le conectan el primer golpe. La única ventaja que poseo en esos momentos es que los golpes del inicio en el rostro sólo me aturden un poco.

Me despojé de mi chamarra y recibí otro impacto. Esa vez pude moverme un poco y recibirlo a un costado de la frente. Volaban puños y piernas por doquier. No había coordinación ni tino en nadie. Flotaba demasiada ira y poca mesura. Él estaba acabado. Medí un poco la distancia con cautela y en una oportunidad le conecté cuatro rectos consecutivos. Lo tomé por las greñas y le aticé en el rostro y en el pecho otra buena tanda de puñetazos. De pronto, comencé a sentir demasiado pesada mi mano con la que le sostenía de unos cuantos mechones de cabello. Entonces se desplomó estrepitosamente frente a mí y quedó esparcido en el suelo como un amasijo de droga, carne y mierda.

Varios tipos salían aún por todos lados. De tal manera, tuve que optar por correr a toda prisa. No me preocuparon los otros dos. Ellos también sabían escapar de esos embrollos. Mientras avanzaba como un bólido por el andador sentí una serie intermitente de punzadas en mi mano derecha. Amainé el paso y cuando me dispuse a tentarla el dolor apareció inesperadamente. Entendí que tenía los dedos de mi mano completamente tronchados.

El tiro había durado un minuto. Generalmente duran dos o tres. Quien sostenga que ha peleado durante bastantes minutos u horas es un autentico embustero y no conoce la calle. La energía que se desencadena durante una pelea callejera es brutal. Se consume de inmediato. Así pienso que será el fin de todo. Violento en pocos minutos.

Los boxeadores desarrollan una condición sobrenatural. En cambio, un peleador de calle solo da rienda suelta a su cólera en un plazo demasiado corto.

Seguí corriendo hasta llegar a casa y antes de abrir la puerta volví la vista para cerciorarme que ninguno me seguía. Apenas percibí en la oscuridad que dos cabezas asomaban en la esquina de la cuadra. Saqué la llave y decidí dar un paseo por el barrio para despistar. De cualquier forma, ya estaba en casa y lo más probable sería encontrar a un vecino que alternara en los chingadazos. Todo el tiempo es así.

Pronto encontré a unos teporochos y me apiñe con ellos un rato. Sucedieron alrededor de dos horas y para ese entonces ya tenía mi mano demasiado inflamada. Aquellas cabezas que había visto seguramente no pudieron dominar el temor que produce un barrio ajeno porque después ya no dieron señas. Estuve un rato más con el escuadrón de la muerte y después decidí pisar casa.

Entré, abrí despacio la puerta de mi cuarto para no despertar a mis jefes y encendí el televisor. A veces su sonido me arrulla.

El dorso de mi mano y los nudillos seguían palpitando pero mientras tanto, pude emplear la otra mano ilesa para garabatear de modo casi ilegible el número de teléfono del papel corrugado que pese a todo lo ocurrido, aún conservaba. Me puse a pensar entonces que la noche no fue del todo funesta. A decir verdad, fue casi perfecta exceptuando el altercado. Tal vez, a partir de entonces tendría otra cosa con la cual entretenerme durante la semana. Una que seguramente sería tan similar como las otras.

Quizás era hora de darme un respiro ante tanta agitación y consentir a una chica. Necesitaba consentir a alguien de vez en vez aunque no pudiese hacerlo conmigo mismo.

Pasó una semana y aún yo no sabía en que gastar esa estupenda paga. En realidad, jamás fui aprensivo con la ropa u otras cosas. Me daba lo mismo traer encima las prendas relucientes o avejentadas y descoloridas. En todo caso, lo mejor siempre me ocurría sin ella.

En cuanto a mis aficiones, todo quedaba estrictamente reducido a placeres sencillos, aburridos para el resto y por lo tanto de costos mínimos. No es que pensara que el dinero siempre estaba de sobra, pero de alguna forma incomprensible mis cuentas siempre cuadraban a la perfección.

Mis padres, como buenos sobreexplotados trabajaban hasta muy tarde. Mi hermana había decidido tener empleo a temprana edad para así poder eludir el fracaso que implicó el no poder ingresar a la universidad pública. Todos se encargaban de los gastos que corrían en casa excepto yo. Por tal razón mi bolsillo tardaría en vaciarse pronto.

Normalmente las personas suponen que una vida de miseria exalta la necesidad por momentos de opulencia. Cuando creces y descubres la trampa del consumismo y percibes como degenera a las personas ocurre lo opuesto. Entonces descubres que los placeres se encuentran en otro sitio. Creo que a eso le llaman conciencia de clase.

Durante la semana intenté distraerme patinando mucho tiempo. A veces leía un poco y por las noches me reunía con los viejos amigos. Irónicamente la calle a veces es tan acogedora como el propio hogar.

. En fin, había pasado casi una semana desde el incidente cuando el jueves por la noche, al regresar a casa tomé mi celular que había olvidado. Tenía un mensaje en la bandeja de entrada.

“Quiero verte. Espero que puedas mañana. Yandé”

Recordé a esa deliciosa entidad impetuosa. Estuve largo rato estupefacto, conjeturando el cómo pudo conseguir mi número puesto que sólo ella me concedió el suyo. Comencé a escribir un mensaje

“Te veo a las 10 justo frente a los locales”

Los famosos locales estaban situados unos cuantos edificios. Prácticamente todo mundo los conocía así que eran buenos referentes o puntos de reunión. Le dí un leve masaje a mi mano que aún estaba resentida y logré dormir confortado pese a permanecer un poco impaciente.





Me levanté muy temprano y llegué minutos antes de lo acordado. Permanecí sentado sobre la acera frente al local de legumbres. Al poco rato distinguí como esa rimbombante mujer se apresuraba. Me saludó humedeciendo una de mis mejillas con sus empalagosos labios y apresándome en un cortés abrazo.Los abrazos suelen ser muy terapéuticos en ciertas ocasiones.

-Quiero que me acompañes en uno de mis días habituales- dijo mientras se acomodaba un resorte del sostén que sopesaba las suculentas mamas con las que la fecundación le había agraciado.

La propuesta me pareció bastante original. Cuando menos no había sugerido los protocolarios paseos o las doctrinarias charlas de cafetería. La ortodoxia en las interacciones actuales siempre me deja en ascuas.

Después de concederme una inolvidable sonrisa aperlada se puso en marcha y por consiguiente yo seguí a ese culito de calidad soberbia.

Hicimos buena parte del día en el supermercado, en la lavandería y paseando a su perro (de una raza que nunca supe identificar y que después encargó a una amiga que paseaba por ahí) además de otros tantos menesteres domésticos de poca relevancia. Ella iba todo el tiempo dueña de si misma. Pensé en lo muy cautivador que era eso.

Durante el trascurso del día me dijo a lapsos que había dejado el hogar a muy temprana edad. Decía que tenía un buen empleo y que vivía con una amiga muy cerca de donde nos habíamos topado.

-Al rato vamos a cenar en casa- sentenció.

-Bueno, a fin de cuentas no tengo nada que hacer en realidad- dije mientras miraba en breves atisbos los cuencos pronunciados en su espalda baja. Esos famosos “hoyitos” siempre me ponen al cien.

Deambulando hacia su departamento me decía con emoción que le gustaban los deportes extremos.

-He practicado surf, rapel, paracaidismo, snowboard, skeleton,sandboard y algunos otros- dijo en un tono muy categórico.

-Me parece bien.

-Te he visto desde hace tiempo practicar skate.

-Es un vicio que arrastro desde niño.

-A tí también te gustan los deportes extremos.

-Esa cosa sólo me ha salvado en momentos de frustración.

-Me gustan las situaciones de riesgo.

-cuando a un corazón no se le produce agitación con el amor se cree que la adrenalina en exceso puede suplir a la sensación ausente.

-Eso parece muy filosófico

-Sólo es hablar consigo mismo.Algo que la mayoría no hace a menudo hoy en día.

Más tarde llegamos a la entrada de su edificio. Cuando nos adentramos en el elevador soltamos las bolsas y comenzamos a toquetearnos y a concedernos besos impacientes. Llegamos al pie de la puerta de su departamento y continuamos unos minutos afuera ensalivándonos los labios y el ánimo reseco.

Después entramos un poco desfogados y mientras ella se dirigió a su recámara yo saqué los comestibles de las bolsas y los puse encima de la barra en su pequeña cocina.. Al fondo, en el extremo opuesto del apartamento , se escuchaba el rumor de una televisión encendida en conjunto con unos lejanos gimoteos. Decidí husmear un poco. Entré a la sala y entonces miré cómo un par de nalgas ascendían y descendían por encima del respaldo del sillón. Decidí no entorpecer ese asunto y regresé a la cocina. Ella ya estaba apilando unas cuantas latas en la despensa mietras yo empecé a rajar algunas papas en finas rodajas. Cuando una mujer me gusta de verdad suelo ser demasiado acomedido.

-No pareces un vago- atronó risueña.

-¿Por qué lo dices?

-Tengo la impresión de que sabes hacer muchas cosas además de malgastar tu tiempo en la calle.

-Un vago aprende a ser autosuficiente en las cosas más elementales.

-Eres muy listo-

Por eso soy un jodido.

-Tienes unos ojos muy bonitos.

-Esa adulación ya es una rutina en mi vida.

Seguí haciendo rodajas y cuando alcé la mirada, en un acto reflejo nos pusimos en marcha hacia su habitación. Al detenerme junto a la cama me tumbó y no dejó que yo tomara partido al principio. Comenzó a desnudarse por sí sola mientras no dejaba de lanzarme una mirada insolente. Lo hacía despacio. Sabía tomarse su tiempo.

Poco más tarde comenzó a despojarme de mis triques que traía encima. La tomé con fuerza por un muslo y le atraje. Entonces la recosté con suavidad, me aferré a sus tobillos y mientras alzaba sus piernas por todo lo alto contemplé que tenía unas pantorrillas magníficamente lustrosas. Calé mi tranca con suavidad a la vez que cruzaba sus piernas suspendidas por todo lo alto. Quise entrometer cuerpo y mente a la vez pero no fue del todo bueno. No hubo una buena compenetración. A pesar de dármela por todos lados paré al poco rato. En lugar de un buen polvo, sólo sentí que me había masturbado con un cuerpo relativamente vivo.

Ambos nos vestimos y continuamos haciendo la cena. Los dos que estaban en el sillón pasaron de largo sin mirarnos y se pusieron a darse una buena ducha.

-Es mi compañera y un invitado- dijo.

-Supongo que tiene visitas a menudo- expresé.

-Cuando la ocasión lo permite.

Después la pareja salió del baño y se internó en el cuarto donde habíamos acometido nosotros.

De pronto escuché girar el pomo de la puerta. Miré como un hombre de aspecto ajado y mal humorado entró acelerado mientras cerraba la puerta con fuerza. También pasó de largo y se dirigió a la sala.

Yo seguía hacinado en la cocina haciendo rodajas con las zanahorias mientras Yandé freía en aceite una sopa de letras en empaque.

Volvió a escucharse el rumor del televisor. Una nueva tanda de gemidos empezó a resonar desde la habitación donde estuvimos. Había terminado de cortar legumbres cuando el tipo que llegó minutos antes se acercó y se puso a mis espaldas.

-¿Dónde está Ximena?- preguntó furibundo a Yandé que colocaba la sopa a fuego lento.

-Está en el cuarto- respondió con un aspecto que se había descompuesto inmediatamente.

Entonces el tipo se dirigió hacia la alacena. Sacó una caja de cereal, tomó un plato del fregadero, sustrajo leche del refrigerador y se sentó a mi lado. Parecía muy sosegado. Le fui completamente indiferente. Los tres permanecimos largo rato sin decir nada. Después los gemidos del cuarto contiguo se apagaron.

Entonces el tipo se levantó y comenzó a trastear entre muchos utensilios que estaban detrás de la estufa. Tuve ganas de preguntarle a Yandé qué demonios hacía ese hombre con nosotros pero ella se mostraba temerosa y esquiva. De pronto divisé que el tipo ya llevaba entre sus manos un bate pigmeo de aluminio entre sus manos. Sin más, irrumpió en la habitación donde estaban los otros chicos.

Lo siguiente que recuerdo es una sesión de lamentos espantosos, golpes huecos y ensordecedores y súplicas casi ininteligibles.

Al poco rato todo quedó sumido en un incómodo silencio. Después de otro rato el tipo salió del cuarto con un semblante satisfecho y decidió tomar asiento junto a mí de nuevo.. Volvió a degustar su plato de cereal que había dejado a medias.

-Le dije que no quería hombres en casa- rumió mientras masticaba entre sus dientes la cuchara.

-Pero Jaime- dijo Yandé-es tu hermana. Puede hacer lo que quiera.

La cena estaba lista. Entonces Yandé me miró.

-Jaime, el es Alejandro, un viejo amigo-dijo muy apenada.

El tipo siguió inerte.

-Hace días le partió la madre al pecas- Yandé se lo hizo saber muy convencida.

Entonces el tipo me miró de reojo. Se relajó enserio y trazó en su jeta una modesta sonrisa.

-Creo que fuiste muy duro con tu hermana- exclamé mientras me ponía alerta para cualquier imprevisto.

- imagínate lo que haría con mi vieja- musitó muy jactancioso.

-ya lo creo

Entonces se incorporó y dejó su plato en el fregadero. Luego envolvió con sus manos por detrás a Yandé.

-¿Verdad flaca?- le farfulló al oído pero lo suficiente para que yo escuchase con claridad.

-Seguro amor –dijo en un tono tierno la chica.

De repente escuché chasqueos consecutivos. Decidí no mirar sus rostros que ya se habían pegado y me dispuse a pensar inmediatamente como iba a salir de ahí pies por delante.

-Creo que ya es tarde- pretexté absurdamente.

-Entonces el monigote se anticipó y me rodeó el cuello con su tosco brazo.

-¿no te quedas a cenar? – dijo esta vez muy complacido.

Por un instante pensé en decirle que había cenado muy bien.

-En otra ocasión tal vez.

¿De verdad?- dijo muy apenado- Me da gusto que achicalaras al pecas. Me avanzaste. Mucho antes de que yo lo hiciera. También tengo ganas de putearlo.

-Te lo agradezco pero debo irme ahora.

-Nos vemos Alex –dijo Yandé desde el fondo mientras me miraba aliviada- luego iré a patinar al depo.

-Seguro, ahí te veo- dije mientras le daba vuelta al pomo de la puerta.

Al salir, me puse a pensar en el vértigo, la adrenalina, la agitación, las ansias y otras tantas sensaciones. Ninguna podría ser un efectivo sustituto. La gente estaba invariablemente destinada a paliar su carencia emocional con esas sensaciones sin buenos resultados.

Finalmente, días más tarde, mientras patinaba con tenis nuevos, me topé con Ernesto y Joaquín otra vez.

-Tenemos otra chamba- dijeron muy sincronizados.

-Está bien, pero yo sigo con los depas de abajo.

-No te preocupes- dijo Ernesto- cosas así no pasan a menudo.

-Eso espero. Por si acaso quiero ser el primero en salir.

Un día después nos dirigimos hacia el que sería el próximo edificio a pintar.

Yo estaba calzándome el overol cuando se escuchó un estridente golpe de puerta proveniente de unos cuantos pisos arriba. Después se escucharon pasos frenéticos que se intensificaban poco a poco. Cuando alcé la vista vaticiné a una chica linda y enfurecida. Le miré unos segundos. Al notar mi presencia, su rostro colérico mutó en una apariencia de querubín.

-Hola- dijo con una sonrisa fiera y resaltada mientras atravesaba el umbral de la puerta principal de la entrada.

Sólo pasaron unos segundos cuando un chico agitado con rostro espasmoso se acercó hacia mi

-¿Has visto hacia donde se fue la chica de hace rato?

-Lo miré muy arrogante y no le respondí. Entonces salió murmurando cosas y dando traspiés por lo descontrolado que andaba.

El móvil que tenía en mi bolsillo trasero vibró un rato. Sonreí por un momento y decidí no revisarlo.

Después me puse el overol por completo y busqué el rodillo menos estropeado.

Al parecer, la semana iba ser muy interesante.

jueves, 9 de diciembre de 2010

De nuevo


Eran las 10 am y el sol despuntaba mientras mis ánimos seguían un día más cuesta abajo. Los contrastes siempre han sido una ley en mi vida. Así que un día con buena pinta significaba un ocaso emocional rotundo.
Me desperecé de una larga siesta y después encendí la computadora que había quedado enterrada entre mis sábanas. Cuando abrí la bandeja de mensajes leí uno muy peculiar.
“Pig:
Mañana te veo a las 10 en el metro Mixcoac para ver a Ale.”
Entonces recordé que había algo que hacer ese día además de leer y vagar. Después de todo, una chica no viene mal a tempranas horas. Era amiga de Harry y decía que le gustaba lo que yo, de vez en vez escribía. De nuevo el niño había sido generoso conmigo. Sabe muy bien el estilo de chicas que me atrapan enseguida. Por eso supuse que tras haber invitado a una chica a casa debía ser una buena complacencia.
Por esa razón me enfundé en la misma ropa que tenía encarnada desde hacía dos días y me dirigí al punto de encuentro.
Llegué a la hora acordada y esperé unos minutos hasta que por fin llegó mi amigo.
-Le dije que tú podías recogerla pero al terminar de escucharlo me advirtió que no vendría. prwdicó calamitoso.
-Es lógico- dije petulante- los hombres listos suelen ser un problema.
Enseguida ingresamos al metro y saltamos el torniquete en vista de que no había cerdos en la costa. Aguardamos a que la chica llegase.
-Te va a encantar- dijo Harry-Es alta y flaquita.
-Confío en tus gustos nene-le dije muy despreocupado.
Transcurrieron varios minutos y aún no había rastro de la chica.
-Si me deja plancha se la voy a hacer de pedo- espetó Harry un poco airado.
-Lo entiendo, aún no me conoce.
-Es majadera como tú y yo we.
-Confundes demasiado la franqueza con la leperada. Eres muy ternera aún.
Permanecimos largo rato en el andén. El frio que se disipaba por los alrededores parecía más recalcitrante que en la superficie. Por un momento pensé en regresar a casa enseguida.
Harry secundó mis pensamientos.
-Si no llega en este tren nos vamos a casa we.
El rumor del vagón que se avecinaba se escuchó en cada instante más próximo. Al tiempo que llegaba, Harry iba dibujando en su semblante un gesto confortable.
-Ya llegó
-¿Cómo lo sabes?
- La vi en los primeros vagones que acaban de pasar.
Y era cierto. Entre toda la muchedumbre que descendía destacaba de inmediato una figura espigada y esbelta. El niño no mentía. Sencillamente era magnífico tan sólo al verla de lejos. Era una chica de esas para sacudirse la melancolía de inmediato.
Al acercarse noté con mayor énfasis lo estupenda que lucía. De inmediato distinguí una pequeña nariz muy estética, un tanto juguetona. Además, mostraba unos labios estrechos y discretos, y además unas piernas magníficamente alargadas que empataban de lo lindo con sus brazos bramantes y extensos. Me puse a imaginar lo bien que me vendría ver a un cuerpo así de tales proporciones retozando desnudo en cama o desfilando por mi cuarto sin pudor alguno. No había incongreuncia entre el placer y la vista.
Sin preámbulos nos dirigimos hacia casa de Harry. Mientras avanzábamos entre las calles noté cómo se anunciaba el contoneo de sus nalgas discretas y naturalmente izadas. Su voz poseía un timbre muy tenue y sosegado. Además, mostraba una actitud plenamente apacible.
Me puse a pensar que el día no estaba tan mal después de todo. Cuando menos ninguno mostró prisa o alteración.
Se me puso dura un rato hasta llegar a casa. Después pasamos del silencio inicial al contacto entusiasta y luego al tacto desinhibido sin más.
Mi Amigo me había puesto en sobre aviso que la chica era inescrupulosa y emprendedora. Sin embargo, conforme el tiempo transcurría, se dejaba ver un poco recatada y esquiva. En algún momento conseguí hacerme de su compañía completamente a mi lado. Entonces asimilé el olor almibarado que despedía de su cabello, sus axilas, su cuello y su estrecha y alargada espalda. Tenía una espalda despoblada de imperfecciones exceptuando una leve cicatriz que justificó como producto de una mordida canina. En sus omoplatos saltaban a la vista algunos lunares que seguramente seguían resbalando hasta la parte baja. También poseía una piel demasiado dúctil.
Por esa razón mis dedos se avocaron el resto de la tarde a dilapidar en mi mente cada uno de sus pliegues, cada uno de sus rincones y cada uno de sus contornos.
-Tocas muy bien el cuerpo- Me dijo de pronto con una sonrisa que mezclaba malicia e incredulidad.
Eso provocó que yo soltase una buena risotada. Sucedía de nuevo. Las mujeres son completamente responsables de mi actitud presuntuosa. Ellas siempre me catalogan como un experto. Por supuesto es algo que desde siempre he intentado desmentir.
-Tienes unos labios pequeños y demasiado delgados- dijo al tiempo que humedecía los míos echando mano de los suyos.
-Así es- dije complacido
-También las orejas
-Si
-Tienes las manos pequeñas y los dedos demasiado delgados.
-Pude haber sido un prominente cirujano o un excelente pianista.
-Me gustan los hombres de manos grandes, de labios gruesos. Esos que tienen cada una de sus extremidades de gran tamaño.
-Creo que estoy en un problema.- dije- Lo siento, soy un hombre pequeño. Sin embargo, poseo una voluntad desproporcionada. En cambio, los hombres fornidos y gigantescos siempre tienen una voluntad pequeña en la vida.
- Me gusta lo que dices
-La magia se condensa en espacios reducidos.
-¡Lo ves¡ Me agrada demasiado lo que expresas. Siento que tú tienes algo maravilloso encerrado.
-Es lo único que sé hacer en realidad. Hablar y pensar. Es todo.
-Tus manos dicen lo contrario.
-Tú lo dices. Yo no.
Proseguí con la escudriñada de su propia superficie. Harry se puso a negociar próximas manoseadas por el chat. Le pedí un vaso de agua, me lo alcanzó enseguida y así le pegué un hondo sorbo. Eso de que las mujeres te dejan árido es completamente verídico. De pronto la puerta sonó. Un perro ´profirió intensos ladridos y Harry salió.

Mientras tanto, las caricias se hicieron más profusas. Sus manos comenzaron sutilmente a perseguir las mías. Ambos permanecíamos enroscados sobre una silla completamente desvencijada. Mi amigo comprendió a la perfección lo que me deparaba. De ese modo demoró un rato en la calle.
En ese breve instante a solas ella tuvo un inusitado lapso de arrebato.
-Tócame aquí- me dijo con una mirada narcotizada mientras por sí misma alzaba por encima de sus modestos pechos el negro y reluciente sostén que llevaba puesto.
Me concentré en ello. La unción con la que mis dedos circundaban sus tetas parecía provenir más de un trato terapéutico que de una caricia pérfida.


Cuando por fin decidí intimar con mayor energía le tomé por la muñeca y con un gesto emprendedor fuí capaz de musitar algo equivocado.
-Vámos- le dije señalando con el índice la oscuridad de la recamara.
- No, así estoy bien.
El instinto se antepuso. Sentí una especie de inusual remordimiento. Aunque en ese momento había deseado montarme una actitud indiferente o despreocupada del asunto no pude conseguirlo ni siquiera un poco. En verdad la chica me agradaba. El deseo por ultrajarla jamás menguó, pero sea como fuese, la chica en verdad me estimulaba como buena compañía. Mi problema es que siempre me empecino por rastrear algo más en las personas. Aunque suelo ser muy ufano, también las personas logran dejarme plenamente conmovido.
A partir de entonces la chica se ensimismó un poco más que al principio. Entonces mis dedos cesaron de explayarse por sus caderas y vientre. Elegí mesurarme para no seguir estropeando el momento. Permanecí largo rato quieto, escuchando el balbuceo de viejas canciones que sucedían una tras otra insoportablemente lento.
Minutos más tarde Harry regresó en compañía de Esteban. Dejaron las cervezas en la mesa y Esteban me saludó de un modo somero y después ambos me concedieron espacio. Tomaron la computadora, mi ipod y una chela para así dirigirse de inmediato a la densa oscuridad de su cuarto. Cuando cerraron la puerta la chica se volvió hacia mí estrepitosamente. Me miró con un aire un tanto apesadumbrado.
¿Así eres en realidad?- dijo ¿Tú le enseñaste a ser así a Harry?
-¿Cómo es Harry?
-Sólo le gusta coger.
-A mí de cuando en cuando. Pero no es indispensable. Prefiero que me estimulen de otras formas.
- Pero si yo no he hecho nada para estimularte.
-Estás aquí, junto a mí. Muy cerquita. Escuchando. Sintiendo. Es suficiente.
-¿Enserio?
- La gente nunca tiene en mente las cosas importantes. Simplemente las desconoce aún.
-y… ¿Porqué no te mostraste así desde un principio?
-Cuando finges ser un imbécil, le das la impresión al otro que puedes ser manipulado con facilidad. Un hombre listo siempre mete en aprietos al resto.
- Piensas maravilloso y tocas estupendamente. Seguramente debe ser muy rico hacer el amor contigo.
-Imagínalo hasta que nos encontremos la próxima ocasión.
- Tienes unos ojos hermosos. Encierran mucho misterio.
- Ya te habías tardado. Eso dicen siempre.
- ¿Porqué ocurrió esto hasta ahora?
- Porque soy como una buena novela: lo mejor siempre se condensa y descubre hasta el final.
Después hablamos otro rato hasta que al final llegó la hora de marcharse.
Ambos nos dimos adiós con un leve roce de labios y un tibio abrazo. Ella se alejó rumbo al metro con Harry dando tumbos y yo me dirigí al lado opuesto con Esteban. No volveré a verla, deduje.
Haciendo el camino a casa, Esteban iba muy serio. De pronto exteriorizó un reclamo.
-¿Porqué no te la diste? La regaste. Siempre hablas mucho y tocas poco.
- Lo que ustedes no comprenden es que cuando hablas de cierto modo logras tocar mucho.
- Puede ser. Bueno me voy- dijo al tiempo que atravesaba el zaguán de el edificio donde vive.
Yo continué con la marcha.
El arrabal lucía esplendoroso. El sol tenía una pinta radiante y el viento se escabullía entre mis dedos de un modo cada vez más helado. Era una tarde estupendamente fría.
Seguí a paso lento. Dubitativo, complacido. Y solo.
De nuevo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El pent House

A "esa bandita del Poncho 13, Molinos y Nonoalco" y a Nachito que lo veo los domingos en el tianguis.
Al lugar le decían el pent house. En realidad se habían mandado con la broma porque el aspecto de ese sitio difería totalmente de su nombre. Estaba precisamente en el primer piso sobre una vinatería a la altura de la avenida molinos. Recuerdo que estaba exactamente a un costado del periférico. Con las actuales leyes mexicanas un establecimiento de tacos puede ser a la par un reconocido burdel sin algún impedimento.
Durante la semana el lugar servía de fonda y a partir de los jueves se improvisaba como un bebedero de fama creciente. Acudía gente de todo tipo. Podías compartir mesa con transeúntes alcoholizados que intentaban prolongar su travesía etílica, oficinistas estresados, púberes de la preparatoria cercana o incluso viejos maricones, desempleados y con lívido desbordante. Respecto a esos vejestorios debo decir que a menudo los miraba y percibía que tenían la terrible ilusión de hacerse de una buena noche en el lugar. Siempre intentaban disuadir a quien fuese. Jamás había escuchado sobre alguno que lograse una efectiva conquista. Esos jotos achacosos siempre terminaban borrachos, rejones y solos. Sin embargo, aquel viernes todo cambió cuando conocimos a Nachito . Fue la consecuencia de un percance que tuvimos con algunas chicas.
El viejo era un bebedor de trayectoria y generalmente patrocinaba las borracheras de quienes permanecían en el lugar ya entrada la noche. En esa ocasión ocurrió lo que siempre sucedía los viernes por la noche: El Harry, Anwar , Esteban, Jairo y yo habíamos sido los últimos en poner pies en polvorosa de ese lugar.
Esa noche fue la única ocasión que tuvimos contacto con el viejo. Habíamos llegado por la tarde en compañía de unas mocosas de la prepa. Aunque como toda historia, debo contar los antecedentes que nos condujeron al momento.
Éramos maulas de tiempo completo así que todos los viernes nos sentábamos a las afueras de la escuela. Lo hacíamos con la firme intención de pescar alguna morrilla y así tener algo para entretenernos. Siempre lo conseguíamos.
Por aquel entonces ya habíamos sido considerados como clientes asiduos del lugar. Cada vez que caíamos con mujeres, el tendero tenía siempre una mesa reservada para nosotros. Esa tarde no rompimos la regla y llevamos unas cuantas.
Vanessa era morena, alta y esbelta. Tenía puestos unos converse, unos vaqueros muy deteriorados y un blusón blanco que apenas cubría el comienzo de sus nalgas anchas. Además dejaba entrever sus tetas que apenas estaban en buena gestación. Nayeli era su amiga y llevaba encima un pantalón de estilo militar, unos tenis para patinar y una playera de Slayer. Tenía un cabello liso, largo y demasiado maltratado para ser una chica. Era un poco flaca. Nancy acompañaba a Lourdes. Eran gemelas y ese día vestían igual. Portaban unos graciosos botines de gamuza, pana en las piernas y debajo de una chamarra de borrega una playera de tirantes. Eran blancas, esbeltas, frenéticas y mustias. Típicas de la época. Ambas desbordaban carne.
Decidí hacer la vaca a las afueras de lugar con el Jairo, Esteban y Anwar. Ellos tenían empleo y en cuanto a Harry y a mí creo que es innecesario mencionarlo. La única forma de sobrevivir para un vago alcohólico es pegarse como sanguijuela a un alcohólico que tiene empleo. Jamás rechistan sobre quién aporta en realidad el billete, siempre y cuando estés dispuesto a beber el mismo tiempo que ellos.
Enseguida el Harry entró con Esteban y todas las chicas para ocupar la mesa. Entonces, mientras cotizábamos el costo de la noche, un viejo zotaco, que tenía un rostro hosco , de cabeza calva y de nariz abultada se detuvo a la entrada, miró a Jairo unos segundos y después se internó en el congal. Tuve la impresión de que ambos se conocían pero al final no le di demasiada importancia.
Después de un rato de andar forzando la máquina terminé los cálculos y le dije a esos dos que entráramos enseguida. Cuando subimos y llegamos a la mesa del fondo, el Harry ya tenía apañadas entre sus zarpas a las gemelas. Siempre ha tenido un deseo compulsivo por las Güeras. Decidí sentarme junto a Vanessa e Intenté hacer migas con ella. Las morenas me ponen inquieto de sobremanera pero mis intentos por embelesarlas siempre han resultado desdichados. Las morenas me repelen. En cambio, las güeras aterrizan en mi vida todo el tiempo. Aunque no sentía alguna repulsión por las güeras, siempre se interponían en mi camino las más recatadas, las más dóciles o las menos interesantes. Por más que desease que una morena candente, arrebatada, intensa o en general retorcida y desenvuelta me tomara entre sus muslos, nunca lograba mi fetiche. Tenía que conformarme con la crudeza de la vida reflejada en la palidez de esas pieles que sólo se entusiasmaban para liarse conmigo. Si lo lleváramos a las estadísticas el Harry acarreaba muchas más mujeres de ese tipo sólo durante un mes de lo que yo podía durante un año. Aunque debo decir que la diferencia cualitativa consistía en que esas pocas mujeres que yo lograba apañar rogaban permanecer a mi lado durante mucho tiempo. En cambio, al conocer poco a poco a mi buen amigo, esas tantas mujeres elegían convertirlo sólo en el excelente artículo de ocasión. En todo caso, esa tarde no fue la excepción. Vanessa bostezaba ante mis esfuerzos así que tuve que hacerle compañía al Harry con una de esas blanquecinas chiquillas.
La primera ronda de cervezas tardó en llegar unos 20 minutos. El lugar estaba repleto y el tendero no se daba abasto. Además sólo le ayudaba una mujer regordeta y mal encarada. Era su esposa. Tuvimos que improvisar entablando una charla demasiado forzada para que las nenas no salieran huyendo antes de lo que teníamos pensado. Es fabuloso beber y charlar pero cuando se habla al no poder beber la situación se convierte en un intenso suplicio.
El primer intento lo hizo Anwar pero en cuanto comenzó a resonar en mis oídos la cháchara que estaba escupiendo me dieron ganas de hundirle las narices hasta la nuca. Hablaba de los griegos, de los poetas malditos y de Benedetti. Las niñas estaban demasiado intoxicadas. Tienen talio en los tabacos, hormonas en la leche, nanopartículas en la ropa, música denigrante, cine nauseabundo y concepciones del amor disparatadas como para añadir la intoxicación literaria. No querían intoxicarse con poesía, sólo querían intoxicarse con alcohol, le dije al Anwar. Desistió pero minutos más tarde intentó hablar de nuevo sobre esas cosas.
-Aguanta Anwar- dije- tienen demasiado con su existencia como para agobiarlas más de esa forma.
-Estás loco. No es posible que pienses eso de la literatura. ¿Cómo podrías intoxicarte con eso?
- Mira en lo que te has convertido.- le dije- Y era cierto. Se había olvidado de sí mismo. Apenas rozaba la segunda mitad de los veintes y ya parecía un viejo obeso y asquerosamente bohemio. Había quedado tan atrapado por los personajes novelescos que se había desinteresado por la época en la que realmente estaba viviendo. Tal vez tenía demasiado miedo por asumir su condición de simple y aburrido tendero en una tiendita de abarrotes. Quería ser escritor pero vivía poco, leía demasiado y escribía mucho menos de lo que vivía. Demasiado entusiasmo para ser un escritor y poca seriedad para intentar serlo.
Hubo un corto silencio y después le miré e hice un ademán para qué cerrara el hocico pero fingió no verme. Enseguida una de las chicas lo miró consternada y dijo:
-Pareces señor.
Todos rieron al unísono. Era cierto. Y no lo dijo por la conversación tan aburrida que intentaba sostener. La verdad es que mi amigo ya se veía completamente abatido. Lo grave del asunto es que no era por consecuencia de excesos nocivos. Era simplemente por continuar al lado de una madre autoritaria. Su vieja siempre estaba pisándole los talones. El ambiente opresor en su familia le estaba afectando demasiado y al parecer no tenía ni la más remota idea de lo que le sucedía. Su madre le estaba asesinando lentamente y el se empeñaba por achacar su situación a otras cuestiones. No había una comunicación real y eso le estaba arruinando.
De pronto hubo otro breve silencio y la cosa mejoró un poco. Todos se habían relajado. Jario comenzó a charlar con Vanessa. Supongo que entre autóctonos se entienden, pensé para mí mismo. Anwar hablaba por el móvil muy enfurecido. Seguro era su madre que ya estaba marcando de nuevo para saber el paradero del recibo de la luz. Esteban se había quedado sin pareja y con unas ansias brutales. Tenía veintisiete y alrededor de dos años sin tocar un buen retazo de mujer. Una condición así podía resultar en un brote de psicosis que ninguno quería lidiar por el momento. El no poder tocar a otro cuerpo puede arruinarte la vida.
En cuanto a Harry y a mí, el asunto pintaba estupendo para ambos. Cuatro tetas idénticas, un par de culos de la misma medida, dos perfiles versallescos completamente semejantes y un dúo de boquitas “intercambiables”. Ambas dispuestas a drenarnos el aliento, el alma o los espermas de acuerdo a cómo prosiguiera el asunto.
Para entonces había transcurrido media hora y el tendero de pronto llegó con las cheves
—Perdonen chavos-dijo- pero es que esto está hasta su puta madre. Chúpenle pichones que por haber tardado un poco esas son cortesía de la casa.
Todo iba tomando camino. Bebíamos, reinamos y hacíamos bromas estúpidas como suele ocurrir en una habitual borrachera. Esteban era un chico bajo con una melena larga, rala y maltrecha. A veces usaba un atuendo muy guango y a veces uno muy estrecho. Su rostro constantemente fruncido no le favorecía en lo absoluto y mucho menos su putrefacto aliento que podías percibir a kilómetros. Tenía unos pies enormes que le hacían ver cómico con su baja estatura. Tenía una risa tremendamente estúpida que desmentía de inmediato su imagen de gandul. Se había vuelto muy nervioso. Siempre repetía un par de veces todo lo que hablaba. Toda su vida había dedicado gran parte de horas a los videojuegos. A ratos tenía la intención de hablar aleccionadoramente sobre el grunge como era su terca costumbre. Los amantes maniacos de un pasado horrible me repugnan a veces. Sin embargo, en cuanto le decía que con esa actitud jamás iba a follar desistía un poco y comenzaba a impacientase. Todo el tiempo rascaba sus rodillas con ímpetu. Además, nunca despegaba la vista del vientre de las chicas. Eso las ponía incomodas. Las miradas lascivas deben ser intermitentes. De lo contrario, el placer se vuelve pánico.
EL Jairo era un chico largo, moreno, de pómulos muy prominentes y mirada pérfida. Su apariencia era una mezcla entre Luis Fernando Tena y el famoso “ferras”. Tenía la atención de Vanesa pero ella no mostraba algo más que la cortesía en la charla.
Respecto al Anwar, recuerdo que era obeso, de piel demasiado rosada, tenía un rosto que simulaba ser un hamnster en metamorfosis y además tenía todo el tiempo una actitud ridículamente bohemia. Vestía siempre con chalecos y gabardinas estilo Eliot Ness. Miró demasiadas películas del cine negro o leyó algunas novelas de Dashiell Hammet, pensé. Hablaba con Nayeli pero ella miraba por el rabillo del ojo al Harry que ya estaba presionando su mano en la entrepierna de Nancy.
Por otra parte, yo estaba de maravilla con Lourdes. Hablábamos de lo bien que la pasaba entre semana y de las ventajas que yo tenía al no tener responsabilidades. Ella decía que iba al gimnasio, a clases de natación, paseos en bicicleta y otras tantas cosas a las que no puse atención. Cuando miras unas tetas tan firmes surge un notable déficit de atención. Me puse a pensar entonces que ella tenía demasiado dinero y demasiada insatisfacción encubierta en tantas actividades
Le dije que después de todo, mi vida no era tan buena. No tenía responsabilidades pero tampoco billete, ni mucha variedad de cosas por hacer.
-Entonces qué haces?- dijo- ¿sólo te hundes en el desmadre y le tiras los perros a las mujeres?
- Antes patinaba y estudiaba a ratos.
-¿Y ahora?
-Camino demasiado e intento escribir
- Así que tú eres el que quieres ser escritor ¿no?
- Sólo dije que intento escribir.
¿Y qué escribes?
-Algunas cosas que me han sucedido
-¿Y por qué no otras cosas?
- Mi imaginación no es muy buena.
Pegué mi boca a la suya y ella lo aceptó complacida. Ya me había tardado.
Seguimos bebiendo sin contemplaciones y cuatro horas más tarde la mitad de los que estábamos en la mesa ya tenían dificultades para hablar fluido. De repente Harry dijo una estupidez que dio pie para la perversión.
-Parecen como un espejo- dijo mientras trataba simular una buena dicción.
-Idiota, pues somos gemelas- dijo Lourdes mientras tomaba entre sus manos los dedos de las mías.
- Me gustan tus manos Ale- dijo después enternecida.
- Seguro- le dije al tiempo que la miraba con satisfacción
- Tus dedos son largos y finos
- He tenido pocos trabajos que me exijan utilizarlas todo el tiempo.
- También me encantan tus ojos
- Lo sé. Es cosa de siempre.
- Eres muy delgado
- Ahora me dedico a la gimnasia cerebral.
Nancy seguía discutiendo con Harry sobre las sutiles diferencias entre ella y su hermana.
-Bueno pues- dijo el Harry- Vamos, atásquense un buen beso para confirmar lo que les digo. Así parecerá que es una chica besando un espejo.
Ambas se miraron y suprimieron una evidente risita de complicidad. Se hicieron señas con la mirada y luego asintieron mutuamente.
Está bien- dijo Nancy- pero sólo si algunos de ustedes se besan primero.
Mire hacia toda la mesa y de inmediato descarté a tres. Jamás intentaría besar a Jairo el príncipe papaloi. Mucho menos a Anwar. Hubiese sentido un beso senil. Y mucho menos a Esteban con su aliento dragónico. Sólo quedaba mi amigo Harry. Era bien parecido, así que por lo menos no iba a ser tan tortuoso. Ambos ya lo habíamos hecho otras veces y habíamos obtenido buenos beneficios como sexo multitudinario con chicas solas, cualquier tipo de complacencias intimas, dinero en efectivo, discos, tenis, ropa, pedas gratis... En fin, toda una suerte de beneficios inmediatos. Así era el caso. Las chicas se conmueven con acciones que para nosotros ya no representaban dificultades. En cambio, para el resto significaba un artero golpe a su virilidad. Los prejuicios masculinos son patéticos. Además provienen de los menos masculinos.
Lo peor de todo es que cuando mi amigo Harry posó su asquerosa boca en la mía, cotejé el beso con los que le había propinado a Lourdes. La hilaridad se adueño de mí. El Harry besaba con mayor destreza que la propia Lourdes. Era demasiado entristecedor pero era cierto. A través de mi amigo me dí cuenta de la falta de sutileza que aún no desarrollan muchas mujeres que han sido retraídas todo el tiempo.
Después de ese gracioso momento donde estuve ensimismado le pegué tremendo trago a la michelada y después de quitarme el vaso de la boca les dije:
-Lo siento pero les toca pagar la cuota
-Tenemos palabra- dijo Nancy.
Me acerqué a Harry y le musité con discreción:
-Con estas terminamos de desbaratar las literas esta noche cábula.
Enseguida me miró y torció los labios en señal de acuerdo.
Desistimos un poco y seguimos bebiendo. Al poco rato las chicas se juntaron y se ensamblaron de lo lindo. Un beso entre mujeres siempre origina dos cosas en mi interior: morbo y placer estético extremo. Los besos entre viejas son exuberantes. Los besos entre hombres son completamente graciosos y toscos.
Sin embargo, el espectáculo duró menos de lo esperado. Repentinamente escuché como un par de sillas azotaban por el suelo. Todos los de alrededor miraban atónitos hacia nuestra mesa. Un vaso de cerveza pasó rosando mi hombro. Los gritos se intensificaron. Miré a Jairo y tenía un semblante de perro apaleado. Mire al resto y todos trataban de remacharse a sus sillas. Esteban había intentado tomar por el talle a Vanessa y a pesar de que esta le había sorrajado tremendos bofetones el animal no daba tregua a su deseo.
Me interpuse entre esos dos y tomé de la melena a Esteban
-Contrólate hijo de tu puta madre
-¡Se me estaba insinuando we!
-En tu condición piensas que hasta tu pinche madre se te insinua culero. Tranquilízate. No quiero que la cagues más.
- ¡Es que está bien buena wey!
- Ya lo sé idiota. Pero el que afloje a uno de nosotros en realidad no es cosa tuya.
Cuando me di cuenta, el resto de las chicas ya habían salido despavoridas. No volveríamos a verlas, pensé. Eso era seguro.
Contemplé a mis amigos. Todos estaban cabizbajos, hasta el culo y solos. Francamente me vi a mi mismo en todos ellos. No podíamos ni siquiera persuadir a unas simples gatitas adolescentes. Éramos unos perdedores natos.
Tratamos de sobrellevar la noche de la única manera que sabíamos hacerlo: juntos y bebiendo. Algo difícil de sobrellevar es cuando eres un borracho solitario. Derrotados pero unidos hasta el pito.
Ninguno sintió rencor por Esteban. A decir verdad era nuestro amigo más noble y eso impedía que sintiéramos rencor hacia él. De alguna forma lamentábamos su desafortunada condición. Seguimos pimplando hasta ya entrada la noche. Justo cuando decidíamos hacia donde largarnos, el viejo calvo y chaparro que había visto por la tarde entrar al lugar apareció ante nosotros y nos dijo:
-Esperen un rato chavos. Me llamo Nachito. Observé todo lo que pasó y es una pena. Si les sirve de consuelo les invito unas cervezas.
Todos nos miramos con extrañeza pero al final nadie objetó al respecto y decidimos permanecer otro rato. Elegimos quedarnos y ocupar después el dinero que restaba para la cena.
Como todo viejo comenzó a contarnos su vida. Decía que de joven trabajaba en los ferrocarriles. Tras haberse disuelto la compañía y haber salido convida de la brutalidad ejercida por el gobierno durante una huelga, optó por hacerse conductor en los camiones foráneos. Dijo que durante un tiempo tuvo familia. Una esposa y dos hijos varones. Pero como siempre ha sido un alcohólico, una noche llegó a casa y sencillamente no había nadie. Todos se marcharon sin más. Sin decir a dónde se dirigían y sin importarles cómo le habían dejado a él.
Así pasaron alrededor de dos horas. Cada uno contamos anécdotas memorables, chupamos y chupamos hasta que en un momento inesperado el viejo nos miró a todos y dijo:
- Chicos, cada mañana, cuando me levanto, rezo y digo: diosito, que no me den por el culo. Y si me dan, que no me duela. Y si me duele, que no me guste. Y si me gusta, que no me falte.
Todos miramos a Nachito y reímos sin parar. El viejo era muy gracioso.
Aunque confirmé mis sospechas sobre la homosexualidad del ruco no pude dejar de sentir un poco de afecto por ese viejo descarado. En aquel tiempo teníamos muchos amigos que habían proclamado a los vientos su inclinación sexual distinta, pero nunca había tenido la suerte de conocer a un puto tan viejo. Su aspecto duro y lúgubre contrastaba en lo absoluto con su carácter tan ligero.
-La neta chavos-dijo Nachito- Es que mi familia no me dejó por borracho.
-Ya lo sabía- le dije
-¿Tú sabes por qué?
- No mames Nacho, te dejaron por puto. Imagínate lo que sintió tu vieja al escuchar un secreto a voces en la colonia. Ese donde seguro se enteró de que su esposo andaba manejándose a los chamacos en las pedas. Para una mujer es insoportable saber que a su hombre en realidad le gustan sólo los hombres. Le humillaste de un modo imperdonable viejo.
-¡No mames chamaco!, ¿cómo lo has sabido?
-Cuando entramos en esta pocilga observé cómo miraste a Jairo y seguramente lo hiciste porque te gustan jovencitos, altos, recios y morenos. Un hombre mexicanote pues.
- Así es
- Y desde que estás sentado con nosotros nomás no le quitas los ojos de encima
- Eres un chico listo
- La cosa es no perder el detalle.
Seguimos bebiendo otro rato y de pronto el viejo dijo a rajatabla:
Miren chicos, la cosa está así: Le doy 500 varos al que se deje dar unas ricas mamadas. A dos uadras tengo un acogedor cuartito.
Todos miraron a Nachito y comenzaron a reír. Muchos ya lo habían intentado y los que habían sido demasiado persistentes se habían ganado tremendas putizas. Por un momento una imagen surcó mi mente. Reí y después traté de olvidarla. Era graciasomanete grotezca.
-¿De qué te ríes?– dijo el Harry
- De nada viejo. De nada.
Pasaban de las tres y ya me sentía muy cansado. Dejé el asiento y le dije a todos:
-Bueno, yo ya me voy a la verga.
Enseguida Anwar, el Esteban y El Harry dejaron sus lugares y me dijeron:
- Aguanta we, vamos a los tacos primero y después te tiramos en tu jaula
- Ya están puercos. Era muy bueno tener amigos.
Estrechamos las manos con Nachito y le deseamos suerte. Salimos y al torcer la cuadra le dije al Harry:
-¿Y el Jairo?
- Se quedó a chupar con el Nachito. Dijo que quería seguir la peda.
- A mi me vale verga. No más donde llegue mañana ultrajado que no se queje el wey.
. Llegamos a los tacos y pedimos cuatro órdenes de costillas con queso y compramos un carton de chelas. Gracioso, pagamos quinientos varos. Terminamos satisfechos y bien pedos. Después fuimos a fumar un rato y a reposar al parque de molinos. Dieron las cinco y estábamos por despedirnos cuando Harry me dijo:
-Ya dime puto. Qué pensaste cuando nos propuso eso el Nachito?
-¿Quieres que te diga?
-Si we.
- Me imaginé su cabecita calva reluciente, destellando ante los rayos de la luna filtrándose por un costado de la ventanita de su cuarto mientras succionaba mi falo con devoción
- jajá ¡no mames cabrón! Y dices que no tienes imaginación!
- Eso es lo que a veces me salva para no cometer tanto atropello carnal. Piensa que dejamos ir quinientos varos fáciles. Lo que tu jefe y mi jefe tardan tres días en juntar con las putizas que se llevan en esos trabajos de mierda que tienen. Aún así, el costo era más caro ¿Sabes?
- jaja. Si, lo sé we.
Al final, cada uno se fue haciendo camino hacia su respectiva casa.
Por la mañana, horas más tarde, me levantó una resaca tremenda. Fui al baño, tiré una meada y justo cuando me la meneaba para sacudirla sonó el timbre. Corrí hacia la puerta y cuando abrí miré al Harry con un rostro somnoliento. Estaba sudando y temblaba demasiado.
-Qué pedo we- le dije- ¿Qué chingados haces tan temprano en mi casa?
- No mames, me levantó la cruda bien ogete. Pero vengo a invitarte unas chelas y a desayunar de nuevo a los tacos de anoche.
- ¿Porqué no me hablaste por fon imbecil?¿Nomás vamos a ir nosotros?
- No pude we, mi jefe no ha pagado el fon. De todas formas vamos a caerle todos
- Está chido. ¿Asaltaste a alguien en el camino o se murió una tía o que pedo?. ¿De dónde sacaste dinero?
- No we, El Jairo me habló temprano. Dijo que no fue a trabajar pero que no había pedo. Dijo que él se pichaba el desayuno. Además dijo que se iba a discutir también un cartón.
- Ayer gastamos quinientos varos. Ese Jairo siempre hace todo por la banda.

sábado, 6 de noviembre de 2010

domingo, 31 de octubre de 2010

Calaverita

!Ay¡ calavera impulsiva y hedonista
Ya caminas por la milpa sólo de ocasión
Te has vuelto caprichosa y narcisista
Ya no tienes chispa y compasión

!Ay¡ calavera desdeñosa y glamorosa
Entre nopales parecías linda y retraída
Lo vas a lamentar flaca horrorosa
Por ser ahora alocada y distraída

!Ay¡ calavera ruin y desalmada
Olvidaste a esta vieja calavera alcohólica
Le niegas tu huesuda mano en la alborada
Y la dejas desolada y melancólica

¡Ay! calavera fina y virtuosa
terminarás amargada y maruja
Ahora eres voluble y tediosa
por no ser más mi huesuda piruja

jueves, 28 de octubre de 2010

Haciendo cosas indebidas

Haciendo cosas indebidas.
A Vero, aunque no se llame así y decidiera que le llamase como tal

Junio 2007
En cuanto salí del baño, Verónica se levantó del sofá, cogió las llaves de la mesa y nos dirigimos al estacionamiento. Habíamos estado bebiendo en su departamento desde la tarde y la noche por fin se había cernido sobre nosotros. Apenas iba medio pedo. Eso era mala señal. No hay mayor calvario que el estado “medio” alcoholizado. Un hombre es capaz de soportar una vida medio afligido, medio enfermo, medio atormentado, medio impasible, medio miserable y medio enloquecido. Pero jamás podrá lidiar consigo mismo estando medio jumo. Eso equivaldría a todos esos puntos medios a la vez.
Cuando subimos a su auto y nos pusimos en marcha me dijo que no me preocupara, la peda seguiría el resto de la noche. Ella había quedado con unos viejos amigos en un lugar al cual no puse atención. El caso es que como siempre, yo no desembucharía algún quinto. Vero es una buena chica. No es tan agraciada pero tiene un humor genial, unas nalgas nada despreciables y un trato gentíl con las personas que le hace relucir formidable.
Nos conocimos en la preparatoria. Por aquel entonces ella decía estar tremendamente enamorada de mí. Decía que yo tenía una mirada atractiva. En realidad casi todas las mujeres me han dicho lo mismo. Eso me vino bien ya que pude disuadirla para hacer todas mis tareas y solventar muchas de mis borracheras durante todo ese tiempo. Todo a costa de unas cuantas horas de mi compañía. Cuando una mujer no sabe distinguir entre el amor y la obsesión, el hombre tiene asegurados buenos momentos para el futuro. Desde entonces nos frecuentamos de cuando en cuando. Empecé a creer que iba a tener un patrocinio esporádico de alcohol de manera permanente.
Condujo en línea recta varias cuadras hasta que torció en una y se incorporó a la avenida patriotismo.
- ¿Ahora dónde me vas a llevar?, dije dubitativo.
- A un lugar que no te va a gustar- replicó dibujando una sonrisa jocunda.
-Bien sabes que ningún lugar me agrada del todo.
- Cascarrabias, ¿Siempre tienes que ser tan razonable?
- No tengo otra manera para entretenerme.
- Iremos a pata negra
- ¿Es una pulquería?
- No, es un lugar agradable que está en la Condesa
- Vaya, de vuelta en la Condena.
- Lo siento, te chingas, yo soy la que pago así que no tienes alternativa.
Era verdad. Me tenía de los huevos. A menudo ocurría lo mismo. Aunque solía protestar por esos entretenimientos absurdos, ridículos e incómodos, siempre mandaba por la borda mis prejuicios en apariencia sólidos con tal de seguir mamando de la botella. Cuando te encuentras beodo, desarrollas una aguda capacidad para hacerte el pendejo, el desentendido. Omites todo y finges armonizar con cualquiera y el peor muladar se vuelve un lindo palacio. Mudas de perspectiva. Ocurre una lobotomía temporal. Te vuelves un cretino íntegro por unas cuantas horas.
Después de un rato llegamos y estacionamos el auto a unas cuadras. Mientras caminábamos ella no dejaba de mirarme con un aire atónito.
-Te juro que no puedo creerlo
-¿El qué?
-Contigo, un buen baño es suficiente para darte un aspecto muy distinto.
-¿En verdad?
-Lo juro. Luces más blanco, más lindo, más respetable. Parece que el baño te da vitalidad
- Ya vienes muy briaga
- No no, para nada. En verdad pareces otra persona
- Eso es un problema. Por eso no suelo hacerlo.
Vero me estaba arruinando la noche con tantas confesiones. Decía la verdad de nuevo. Siempre he tenido un aspecto endeble y un tanto “dudoso”. Eso me ha ocasionado un sin fin de problemas. A veces piensan que soy puto o demasiado delicado. Por eso, cuando niño, los chicos nunca me invitaban a los deportes de contacto o me incitaban en acciones temerarias. Una vez, cuando mi padr quizo que entrenara box, fui a un gimnasio para inscribirme pero en cuanto el entrenador me vio dijo a mi tío (él me había llevado) que esa no era una actividad para “alguien como yo”. En el futbol y el americano pasó lo mismo. Mi complexión delgada y ese rostro medio afeminado no me favorecían en lo absoluto. Mi apariencia siempre ha complicado mi vida. Por eso decidí esmerarme por un aspecto macilento. Sabía que una fachada desmejorada sería mi remedio temporal.
Cuando llegamos a las puertas de ese bodrio dos lindas mujeres y un regordete saludaron horrorosamente efusivos a Vero. Tenía la ligera impresión de haberlos visto antes. Enseguida, una de las chicas se acercó a mí intentando abrazarme. Entonces por una reacción instintiva retrocedí un poco y dije
-¿Te sientes mal?
-¿ A poco no me recuerdas?
- Tengo pésima memoria- Mentí
- Soy Violeta, también de la prepa. Lo dijo como si hubiese sido la protagonista principal de varias anécdotas por esos años. Y en verdad lo era. Aunque de esas demasiado desagradables que para mi mala fortuna aún no he logrado olvidar.
- Ah sí, ya recuerdo. Si, si. Seguro que te recuerdo
- ¿Lo ves?- dijo entre risas- soy inolvidable
-Para mi puta suerte- susurré
¿Qué?
-Creo que ya vamos a entrar.
El estilo del lugar era repugnante. Tenía dos pisos. En el primero, normalmente tocaban música en vivo pero para mí escaza buena fortuna ese día no cometieron semejante estropicio. Uno comienza a desquiciarse al escuchar a bandas interpretando covers de soda stereo o de un sinfín de bandas ochenteras-noventeras a la par de inmencionables. El segundo piso resultaba ser la zona de baile con su DJ y demás. Al parecer, la gente jamás aprenderá la evidente distinción entre un excelente Dijing y un cateto junta retazos musicales. Esos pululan como las moscas alrededor de un gato agusanado.
El acceso se puso un poco complicado. Aunque no para mí. Siempre he tenido la fortuna que cualquier lugar me abre sus puertas sin condicionamientos extremos. A pesar de que yo siempre he andado en guiñapos, la gente encontraba todo el tiempo en mí una traza un poco elegante. Eso de los ojos claros y una buena friega en la bañera ayudaban de sobremanera. Aún así, no conseguía asimilar el cómo la gente se desprendía de la poca dignidad que le restaba a esas alturas del asunto. Sabía que la mayoría habían sido vapuleados en sus empleos, en sus casas, con los amigos y de paso frente a un sinfín de desconocidos mientras dos zafios monigotes tras una cadena decidían tu hora de acceso. La coerción social es un problema grave. Permanecer un rato considerable afurera para entrar a un lugar menos divertido y más caro que un congal me parecía estúpido. Un putero siempre será más digno y guapachoso que un lugar de ese estilo.
Cuando por fin entramos, tardamos otro rato para conseguir una mesa. Mientras tanto, yo permanecía de pie recargado en la barra mirando uno de los más maravillosos desfiles culinarios que había presenciado en los últimos meses. Ahora que lo pienso, esa es la única razón por la cual no reniego demasiado a la hora de fondear en una covacha así.
El lugar estaba atestado de un sinfín de meneas. De esas hijas de la noche, de la luna en cuarto menguante. Un menguante sólo visto en ese astro porque al parecer en el pandero de todas esas chicas jamás. Mientras yo miraba a esos retazos rebosantes de buen tejido adiposo menearse por todos lados, Vero estaba llenándole los oídos de injurias a todos los meseros que paseaban presurosos por ahí. Por eso supe que pronto nos darían mesa. Eso me encantaba de Vero y de algunas mujeres en general. Siempre amables y a la vez siempre dispuestas a constantes afrentas, sea lo que sea y sea donde sea. Una mujer sumisa es tan aburrida como una puta amateur.
Al poco rato nos dieron la mesa y comenzamos a beber contentos. Vero charlaba con las dos guapas e insoportables que venían con nosotros. A la otra no la recordaba y entendí que sería mejor no esforzarse. De todas formas no cruzamos palabra durante la noche. Mientras tanto, el regordete intentaba darle rienda suelta a su lengua conmigo
- Yo te recuerdo- dijo mientras jugueteaba con sus pulgares
- -¿Ah sí? Seguro también de la prepa. Era obvio
- Si, de hecho tú cursaste dos años conmigo
- ¿En verdad?
-Sí, me sentaba a unos cuantos asientos tras el tuyo
- Debieron ser pocas veces
- Así fueron
- Seguro. Sólo ingresaba a la prepa cuando debía lavarme las manos o cuando me daba por dormir un poco.
-Tú le gustabas a casi todas mis amigas y a muchas de la escuela.
- Mi teléfono casi ya no suena. Ahora de nada sirve que lo sepa viejo. -Aunque ya lo sabía por Vero.
-Tienes razón.

Bajo esas circunstancias la noche no iba tan mal. Vero me había dicho que podía pedir cuanto quisiera así que no me fue difícil despacharme con la cuchara grande. Era tres años mayor que yo además de ser una publicista en ciernes. Nunca tuvo problemas para ingeniar mierda cerebral rentable. En todo caso, lo único que me mantenía con vida esa noche era seguir siendo voyeur y continuar bebiendo. Sin embargo, dos horas más tarde vero me dijo algo que comenzó a inquietarme. Ella estaba hablando por teléfono y después de colgar me dijo:
-Ya no tarda en llegar. Es alguien que te agradaba. Y seguro lo seguirá haciendo.
- De verdad?
- Estas hablando conmigo cabrón

Reí un poco. Para ser honesto no surcaba por mi mente quién podría ser. Por más que intenté fabular en mi cabeza qué mujer sería no di en la diana. Pasaron dos largas horas y yo seguía con los ojos acuchillando los vestidos vaporosos de algunas de esas zorritas embalsamadas en perfumes caros. Ojalá una de ellas se decida esta noche a perderme el asco, pensé.

Recuerdo que la última vez que acudí a una madriguera como esas también fue con Vero. Salí dando traspiés con una güera muy alta y buena y de nariz muy prominente. Decía que vivía en la Roma y que podíamos seguir chupando en su depa. Creo que lo que más le gustó esa noche fue la manera tan resuelta como comencé a magrearle el cuerpo cuando íbamos haciendo el trayecto a su casa. A medio camino saqué una pipa de cristal y comenzamos a fumar un poco de Kief. La vieja estaba extasiada. Decía que no había conocido a un tipo realmente despreocupado y resuelto de la vida. Me preguntó cómo lo había logrado.

-Vive aún con tus padres después de los veintiuno- le dije- estudia en una escuela pública que te hará ver que las cosas están peor de lo que pensabas, nunca te alejes de tus vecinos en la colonia marginal donde aún subsistes, rodéate de la mejor escoria que puedas encontrar y verás que por arte de magia muchas cosas dejan de entusiasmarte en gran medida.

Yo sabía que el gusto que sentía por mí equivalía al de una niña caprichosa que ha comprado un ave exótica en una tienda departamental. Sin embargo, el encanto se rompió por la mañana cuando le pedí para el metro de regreso. La economía siempre se impone ante la necesidad de una buena compañía.

En fin, pasó un largo rato y de pronto tuve ganas de orinar. Fui al baño para desperezarme un poco y olisquear la deliciosa fragancia femenina que se difuminaba a los alrededores. De camino me topé con una morena radiante. Por debajo de su blusa de algodón, bamboleaban unas mamas grandes y al parecer sólidas. No se movían demasiado mientras caminaba muy petulante. Quería tocarle el pezón con mi dedo índice. Iba prendada de la mano de una figura anacrónica a la cual no puse ni la más modesta atención. Hubo un trueque de miradas. La desvergonzada me miró retadora y desde luego yo no hice más que mirarle un par de segundos los ojos y el resto del tiempo las tetas. Me gusta cuando las mujeres desvían la atención mientras su estúpido adorno conyugal les está tratando de comunicar algo y te miran. Me fascina el coqueteo con todo y compañía.

Entré al baño, oriné tomándome mi tiempo. Después salí sin distracciones. Olvidé lavar mis manos. En realidad, nunca me lavo las manos. Lo sabía, era un puerco. Así que para secarme ambas manos regresé, y en cuanto llegué al asiento, con suma naturalidad tomé por los hombros a mi pre diabético amigo y froté mis palmas un poco en su chaqueta de diseñador. Después de un rato cobre conciencia que mientras había ido al baño alguien más ocupaba lugar en nuestra mesa. Vero estaba en la barra charlando con otra mujer que no lograba distinguir. La luz era demasiado mortecina pero noté que al rededor de la mesa ya había cuatro bolsos. Por esa razón deduje que alguien más había llegado. Nunca hay que perder de vista los detalles, pensé en mi fuero interno.

Esperé un rato y cuando esas dos dejaron la barra y se acercaron, tuve que cuidar no hacer un ademán idiota. En verdad no daba crédito. Rosario fue la chica más linda de la escuela, la más cortejada y por supuesto la menos accesible por aquel entonces. Durante un tiempo salimos pero por una razón que aún no comprendía nos distanciamos. Algo quedó inconcluso.

Ahí estaba esa noche. Con nosotros. Lucia estupendamente candente. Su cabello largo y castaño mostraba una pinta sedosa, sus ojos eran negros de mirada imponente. Su boca angosta y de labios delgados le daba un aire de niña haciendo un leve puchero. Calzaba un traje sastre sencillo y entallado que escandalizaba de inmediato. Tenía una figura con las perfectas proporciones. Eso le hacía tener un aire elegante y no de callejera. Las proporciones moderadas siempre les dan un talante lindo. Quien se queja de las descripciones demasiado poéticas hacia una mujer es un cretino. Cualquier tipo jodido que se ha interpuesto en el camino de una lindura como esa, seguro sabrá de lo que hablo.

Era de esperarse. Por mi parte cada día más decrepito y por su parte cada día más entera, deliciosa. Como si fuese un cuerpo constantemente remozado por el tiempo. Miró a todos y los saludó con gentileza. Cuando una linda chica se muestra amable te embauca de inmediato a sus encantos. Tu subconsciente lo entiende como un “vamos, no soy inaccesible como lo piensas”. Te da el empujón preciso para caer en el barranco
Cuando entornó hacia mí me dijo:

- Hola Ale. Veo que sigues tan guapo como siempre. ¿Sabes? tenía muchas ganas de verte desde hace mucho tiempo.

Ese comentario arrasó de inmediato con la poca soberbia que arrastraba aún. Me había vencido. Como buen lurio que tiene pretensiones de hacer literatura con su vida, sólo bastaron unas cuantas palabras precisas para recomenzar ese estado de completo enculamiento. Así son las cosas con alguien como yo. Pudo enseñarme las tetas, pudo friccionarme el culo en el hombro al levantarse en ese lugar repleto de palurdos o pudo hablar conmigo muy cercana durante la noche. Pero tuvo la brillante idea de “EXPRESAR LO QUE EN REALIDAD PENSABA. A veces las mujeres no tienen la menor idea de los percances que pueden desatar con acciones triviales como esa. Lo que piensas y dices al otro no debe tomarse a la ligera.

El tiempo avanzó un buen tramo y hubo charlas diversas. Se hablaron muchos tópicos. Desde comida hasta remembranzas de esos fétidos años. Como de costumbre, muchas de esas charlas se conjugan con la pedéz de la gente y suelen desembocar en la política. Todos opinaban demasiado y constantemente poco acertado. Tenían concepciones demasiado amorfas sobre lo que es la política. Como siempre ocurre, achacaban todos los males a las figuras públicas desconociendo que ese asunto implica muchas más cuestiones que van desde el contexto internacional hasta el tipo de actores sociales. Por un momento pensé en tomar el timón de la conversación. Quizás habría protagonizado el resto de la charla y así haber generado en Rosario una nueva impresión muy grata. Sin embargo desistí antes de intentarlo. De nada serviría dispararles la adrenalina a un quinteto de borrachos que a la mañana siguiente olvidarían todo. Además, Rosario pudo desconcertarse con un cambio tan impensable sobre mí.

Por todos lados sonaban botellas. El choque de del cristal resonaba en todo el lugar, en todo momento. Vero sabía que yo podía amenizar la estancia. También sabía que yo intentaba de ese modo amenizar el momento. Haciéndome el ingenuo desde luego. Rosario se divertía de lo lindo. Me miraba discreto, a interludios. Más tarde rotamos los lugares, la conversación se dividió en parejas y Rosario le había pedido a Vero que la dejase sentar a mi lado.

Estaba nervioso por completo. Jamás he podido controlar esa sensación. Siempre que una mujer encantadora se encuentra a mi lado me siento pusilánime. Aunque ambos mostremos las mismas pretensiones, aunque ya la conociese o a pesar saberla a mi merced. Sea como sea, las mujeres lindas me acaban.

En realidad hablamos poco. Ambos nos mirábamos proyectando lo difícil que era contener las ansias. Después unas horas Vero decidió salir de ese lugar y llevar a toda la comitiva a casa. Cuando salimos rumbo a la nave, Rosario me contaba que desde ese entonces había estado sola. Me tomó de la mano. Volvió a perturbarme enserio. Pudo ceñirme de la cintura, pudo haber dicho guarradas a mi oído o tal vez pudo hundir su lengua de súbito hasta mi tráquea. Pero volvió a cometer una acción indebida: tomarme de la mano. Traté de no proyectar lo tan perturbado que estaba y dejé que hablara. Me conto que durante mucho tiempo ha mantenido distancia de los hombres. Enseguida le pregunté porqué

-No sé cómo explicarlo- dijo
-Todas saben pero no lo intentan- le dije bajo un tono abrumado
- Bueno… es que... mis últimas relaciones han sido una pesadilla.
-¿Por qué lo dices?
-Es muy difícil toparse con el hombre ideal
- Por ser ideal no existe ni existirá. Debes sólo buscar un buen hombre.
-¿Y para ti que es un buen hombre?
-Dímelo tú. Ustedes lo saben muy en el fondo.
-Es muy complicado
- Y les aterra.
- Son muy escasos
- Y les son tan aburridos.

Cuando llegamos al auto esperamos un poco a que la botarga y una de las insoportables linduras nos dieran alcance. Guardamos silencio y decidimos remontar la charla al llegar a casa de Vero. Cuando por fin subimos todos al coche y dimos marcha, me puse a observar el paisaje del camino con la ventanilla abajo.

Avenida revolución y sus inmediaciones siguen siendo el mismo vórtice de la calamidad. El ex cine Jalisco siempre parece que caerá de súbito. Por su acera suelen verse a un sinfín de borrachines ante el desamparo, retozando, tratando de emparedarse a las cortinas de hierro y así poder tener un sueño normal. Aunque sea por una vez. Algunos travestis al pie del semáforo insinúan los recientes atributos que quirúrgicamente les han concedido. Algunos sólo esperan darte una mamada o una sobada de escroto. Tacubaya siempre tendrá esa linda fama por seguir siendo un nido de zarigüeyas, de los panchitos.

Aún recuerdo cuando entrabamos de contrabando al cine Marilyn. Ese cine tan porno como el Teresa pero más grotesco por su audiencia. A lo largo sus pasillos siempre encontrabas cosas “inusuales”. Cepillos para dientes, calcetines, pantalones, Zapatos, envolturas de comida, jeringas, cascaras de fruta en abundancia, envases de medicamentos y otras tantas excentricidades. Todos los asientos parecían almidonados. Estaban tiesos y raidos. Lo más normal era acudir en palomilla, de lo contrario ir a una función del Marilyn solo equivaldría a una misión kamikaze. Los acosos y las malas costumbres se dejaban caer sobre ti sin contemplaciones. También estaba la prepa 4. Siempre acudía a embriagarme entre semana con los de CGH. Los cubos eran las mejores tabernas por aquel entonces.

San Pedro de los pinos no estaba tan mal. Aunque ha sido siempre una colonia semi pudiente siempre ha tenido sus atractivos. El metro servía de buen spot para una intensa patinada, o como un buen fumodrómo de mierda. Los polis del metro casi nunca subían para imponer el orden y cuando lo hacían, sólo sugerían que nos esfumáramos un par de horas mientras los sometían a revisión de rutina. También estaba la secundaria ocho, donde sólo había mujercitas. Fue de mis primeros lupanares. Fue donde con otros vatos comencé a forjarme para el club de los mamantes de lolas.

San Antonio tampoco quedaba atrás con sus canchas de frontón. En ellas se armaban los mejores torneos y las mayores putizas entre equipos de barrionorte , Jalalpa, capula y demás colonias con sus asentamientos en zonas de deslaves; el pirúl, la garci, nonoalco, minas, butacas, y demás zonas de miedo capitalinas. Recuerdo que en ese lugar conectábamos la mejor mota y las piedras más baratas. Cruzando el periférico a esa altura se encuentra el G-3, un centro deportivo que a decir verdad siempre ha jugado una suerte de centro adictivo. En ese lugar conocí la magia del skateboard y por supuesto a los patinadores más retorcidos, más conflictivos y más decadentes de la zona.

Pero no hay como mi querido Mixcoac, con su pulquería el gorjeo, que después se llamo el George para otorgarle más categoría. Molinos y Alfonso XIII con sus calles infestadas de gatitas lindas y accesibles y adictos perversos y amigables. Lugares donde en sus parques armábamos las mejores pedas al aire libre, donde asistí mis mejores toquínes de hard core y las más graves madrizas que me atizaron. No podía dejar de mencionar su pulcata la copa de oro. Vieja en tradición donde podía ver a todos mis vecinos durante todos los días desahuciados, desmoralizados. Completamente acabados. Donde todo tipo de piltrafas se aglomeraba. Donde un robo a transeúntes o la aparición de un auto desvalijado a las afueras de ese sitio es lo de siempre. Donde todo tipo de personajes se adentra en ella, desde preparatorianas adolescentes e histéricas hasta viejos panzones, cocainómanos y rabo verdes. Toda fauna encuentra su lugar. Y ese fue el mío.

Eso de hablar del centro de la ciudad, de Tlapan sur y demás zonas cosmopolítas de la ciudad que están de moda para retratar como escenarios cáusticos, lo dejo para los falsos realistas sucios. Para los que aprenden a relatar la suciedad pero siempre con los zapatos boleados.

Todo eso recordé en el interior del auto mientras acortábamos distancia a la casa de Vero en Barranca del muerto. Al cabo de un rato llegamos. Mientras el resto bajaba del coche, yo me adelanté para abrir la puerta al tiempo que Vero iba la vinata por más chupe. Las rajas y el choncho decidieron esperar un poco en la calle. Rosario atravesó el umbral de la puerta. Mi reloj marcaba las dos treinta de la madrugada.

De regreso, Vero puso todo el material en la mesa, sacó unos cuantos vasos de la cocina y se dispuso a servirle a todos. Estábamos en la sala. Hacía un ambiente soporífero así que Vero abrió las ventanas y encendió la radio a volumen quedo. Metió un disco, le puso play. Era el Finally we are no one. Ella sabía que en momentos de tal hilaridad me venía bien escuchar cosas así. Esa mujer sí que sabía ser amiga.
No recuerdo muy bien lo que seguí charlando con Rosario. Al parecer hablábamos de los empleos que ella había obtenido como edecán mediante varias agencias. En algún momento de la conversación me preguntó a qué me dedicaba.
-
- Y bien- dijo- ¿me vas a decir que haces hoy en día?
- -Soy un holgazán
- - No me mientas, seguro tienes un buen empleo
- - Empleo mi tiempo de buena manera en lo que quiero así que no quiero tiempo para un buen empleo.
- ¿En verdad?
- Sólo leo
- Vaya.
- Lo siento.
- ¿Por qué?
- Pues… tal vez creíste que era un hombre exitoso
- Para ser honesta… nunca te he vislumbrado así
- ¿Por qué?
- Digamos que un hombre que sabe muchas cosas es porque tiene mucho tiempo para sí. Cuando eres un hombre común tienes éxito pero poco espíritu. Además eres soltero y un hombre soltero tiene mucho tiempo
- -¿Y cómo sabes que presuntamente yo sé muchas cosas y que sigo siendo soltero?
- - Pues digamos que nunca he perdido contacto con Vero
- -Esa pinche Vero- pensé en mis adentros.
- - Pero ¿por qué nos distanciamos?- apreté el gatillo justo en el momento preciso.
- - Esperaba que no lo mencionaras Ale
- ¿Qué quieres decir?
- En ese entonces yo me sentía segura. Muchos hombres me codiciaban y eso tú lo sabes.
- -por supuesto
- -Pero ¿Sabes? Te atravesaste en un momento indebido
- -¿Por qué?
- Me hiciste tambalear
- - ¿Por qué razón?
- Jamás reflejaste prisa por conocernos. Siempre buscabas que las cosas sucedieran si presiones, con empeño y con tacto
- - Nunca he sido un caballero Chayo
- - No quise decir eso. Jamás me engalanaste con ridiculeces de ese estilo. Jamás expresaste elogios melosos. Me refiero a que en verdad te entusiasmaba que yo pasara un momento grato. Siempre me mostraste el lado bueno de algunas cosas que suelen considerarse malas y también me mostraste el lado malo de las cosas suelen considerarse buenas. En verdad descubriste cómo enamorarme
- ¿Y entonces, que ocurrió?
- - Sentí mucho miedo
- - Ya veo. Entonces estuve haciendo cosas indebidas
- Vero me llamaba desde la cocina.
- - Comprende Ale, me sentí vulnerable, acorralada. Me sentía desnuda y temerosa contigo
- - No tengas reparo, siempre me ocurre lo mismo
- - En verdad lo siento
- -Yo más
- -¿Por qué?
- - Pues por ser un cretino y pensar y no ser un cretino dejando de pensar
- Vero insistía así que me incorporé y fui hacia la cocina. Cuando llegué me miraba demasiado seria.
- Te voy a decir algo cabrón- dijo Vero un poco enardecida
- Dime pues
- - No quiero que en el trascurso de la noche hagas demasiado ruido. Te voy a dejar mi cuarto. Puedes dormir con Chayo. Pero no quiero jimoteos, ni azotes contra la pared ni mucho menos rechinidos intensos. Bien sabes que cuando escucho esos sonidos y yo no participo me pongo bien caliente y me atormento.
- - Esta bien- sonreí- veré que puedo hacer.
Ambos nos miramos unos segundos y quizá fue por el alcohol o por la ocasión pero sentí un profundo cariño por Vero como no lo había sentido antes. Por personas como vero creo que la amistad no se ha perdido aún del todo.
Entonces regresé junto a Rosario. Pasaron dos horas y las lindas incómodas se fueron. Media hora más tarde el gordo secundó haciendo ademán de despedida. Enseguida vero fue a dormirse y quedamos, Rosario y yo solos. En la sala.
Seguimos conversando el resto de la madrugada. El sol despuntó y aún seguíamos hablando. Por momentos tenía ganas de bajarle los calzones estrepitosamente y metérsela despacio. En otros sólo tenía ganas por besarla y sentir su cálido cuerpo amortajando el mío. Decidí el no recriminarle su abandono justificado, pero demasiado equivocado.
Finalmente dormimos entrelazados, vestidos. Satisfechos.
Despertamos al atardecer. Comimos una sopa instantánea y algunos tacos que mi vieja amiga tenía dentro del refrigerador. Después de un rato, Vero revivió de la modorra y se fue a bañar. Una hora más tarde estaba lista para salir de nuevo. Me sentí agotado. Miré mi rostro en un espejo y se había tornado completamente ajado. Después volvimos a sentarnos en la sala un rato. Sonó un móvil. Era el de Rosario y luego de colgar dijo que tenía que marcharse. Le dio un fuerte abrazo de despedida a Vero y cuando se acercó hacía mi me masculló algo al oído.
-No esperes un día preciso pero en cuanto esté lista, seguro te llamaré.
-Está bien- respondí con un deje resignado.
Después, puse de nuevo en el estéreo el disco de la noche anterior y me senté a rememorar lo sucedido.
Vero fue a la cocina y preparó dos micheladas para la cruda. Regresó y puso todo en la mesa de centro de la sala y al final dijo:
-¿Y bien?, ¿Qué ocurrió?
Le mire por el rabillo del ojo. Froté mis rodillas un poco. Expiré profundo el aire del atardecer naranjado de la ciudad y le dije vacilando:
- Puta madre, después de todolo único que estaba dispuesta a ofrecer era el culo.

domingo, 24 de octubre de 2010

Crucial

" aprender a aprender "

viernes, 22 de octubre de 2010

Quédate con el cambio

A “la muñeca” con aprecio. Por los años perdidos


Quédate con el cambio.

El viejo parque de la colonia molinos estaba hecho escombros y sólo pudimos encontrar una percudida banca para sentarnos. Esteban y yo somos amigos desde niños pero hacía meses que no sabíamos de ambos. Después de mucho tiempo, al no vernos, lo más cortés sería charlar un poco, supuse.
¿Cómo te ha ido?- dijo mientras repetía la pregunta con voz muy tenue. Recuerdo que siempre ha tenido esa peculiaridad.
-Estupendo viejo, ¿y tú?- le dije mientras miraba a los alrededores. La colonia había cambiado mucho y yo no tenía conciencia de ello al respecto. Las calles hoy en día parecen más desoladas que años atrás.
-Es bueno ver de nuevo a los amigos- dijo.
- Aunque no lo parezca a mí también me agrada verte Tebas.
Esteban vivía a un costado de ese parque y durante cinco años normalmente todos los chicos nos reuníamos para charlar después de la escuela o para rematar la peda después de una fiesta durante los fines de semana. Su hermano mayor era policía de la zona en aquel entonces así que gozábamos de cierta inmunidad ante la ley para cometer cualquier zafarrancho.
Minutos más tarde, mientras ambos poníamos al tanto nuestras vidas de los últimos meses, un tipo alto con rostro un poco desgarbado se acercó a saludarnos con naturalidad. Lo miré despreocupado y después incliné un poco la cabeza y le dije muy discreto a Tebas:
-¿Quién es este cabrón?
Esteban me miró sorprendido y un poco desairado. Miró al chico escuálido con una sonrisa de contubernio y después entornó de nuevo hacia mí y dijo:
- No mames que no lo recuerdas. Es Manuel, “la muñeca”
Tenía una complexión muy raquítica, era demasiado alto y tenía una barba rala pero distinguible. No cabía duda, era él. Entonces recordé a Manuel. Era el chico que desde niño me hacía perder los estribos. Su padre era un adicto y su abuela una loca senil. Por aquel entonces Esteban tenía un local de maquinitas y Manuel siempre acudía desde primera hora. A veces faltaba a la escuela y su permanencia con el resto de la banda dependía de los mandados forzosos a los cuales siempre le sometíamos. Recuerdo que yo era al que sólo su presencia le hacía perder los estribos y por lo tanto los abusos constantes no cesaban. A veces le atizábamos tremendos zapes, le amarrábamos alrededor de los árboles., le exponíamos como carne de cañón para los perros callejeros. En las pedas le mandábamos a por las caguamas. En todo caso, siempre le obligábamos a realizar cualquier cosa de cualquier tipo que se nos ocurriese al instante. Recuerdo que siempre le estafábamos despojándolo de su dinero. Siempre traía consigo demasiado dinero para su edad así que cada vez que lo necesitaba le pedía plata con la falsa promesa de regresarle el cambio. Jamás le regresé un puto peso. Siempre le birlaba.
Sin embargo, al verlo de nuevo noté cambios demasiado drásticos fuera de los contemplados por la edad .Por aquel entonces, era un chico despistado gran parte de las ocasiones pero tambiénmuy vivaz e intrépido en otras. A menudo estaba contento y eso se proyectaba porque durante esos momentos tenía una mirada alerta y siempre permanecía inquieto. En cambio, ahora notaba en él una mirada agotada. Parecía exausto. Esencialmente, los chicos de hoy parecen haber nacido extenuados. Tenía la impresión que el chico en su camino había perdido algo. Pasó un rato y el chico trabó conversación con Tebas. Siempre fueron muy apegados esos dos. Mientras miraba el macizo y perturbador fundillo de una madre treintañera que mecía a uno de sus hijos en el columpio, me percaté de algo que para ser franco no generaba repulsión pero sí un intenso sobresalto. En el cuello de Manuel veía recorrer una extensa y profunda cicatriz a todo lo largo. Repentinamente, pensamientos lúgubres agolparon mi cabeza. Pensé en el intento de suicidio, en la violencia desmedida que su padre quizás seguía ejerciendo sobre él o en todo caso la violencia irreprimible que se ha apoderado de todo chamaco hoy en día. Decidí esperar unos minutos más para preguntarle qué rayos le había ocurrido en el cuello. A lo largo de los años siempre he sido un tipo sin inhibiciones por lo que sacar la anécdota no iba a provocar contrariedad alguna. Seguí mirando largo rato a ese maternal y lujurioso contorno empujando parsimoniosamente a su crio por sus pequeños omoplatos hasta que finalmente decidí preguntarle sin cortapisas.
-¿Y qué chingados te ocurrió en el pescuezo muñeca?
En ese instante los ojos de Tebas parecían desorbitarse de sus cuencos. A pesar de que ya conocía bastante bien como procedía en esos casos, nunca dejaba de escandalizarse. En ese momento volví a mirar su cicatriz con mayor cinismo y atención. Surcaba por debajo del cogote. Era profunda y los bordes relucían rojizos y abultados. Deduje que tal vez era muy reciente.
-¿A poco no te enteraste? Respondió en un tenor muy reprochable. – No mames Alejandro si vives a dos calles de la mía.
- ¿Pues qué no ves que casi ya no salgo? – dije en un tono muy categórico. Sentí pena entonces. Había sido completamente honesto y es que desde hace mucho ni siquiera daba un leve asomo por las pútridas calles de mi colonia. La sociología te obliga a hacer demasiado análisis de lo social en el escritorio. Pero también el análisis de lo social se encuentra entre las calles.
- Ocurrió hace seis meses- dijo mientras lamia el papel arroz de un pitillo sin filtro.
- Ya veo. Aún así parece reciente mijo.- dije. Esteban le miraba apesadumbrado y también secundó mi suposición.
- no wey, si estuvo cabrón. ¿Recuerdas al rana, al niga y al saulo?
- Desde luego. A esos morros yo los llevaba de cuando en cuando a robar cosas del walt mart, a jugar maquinitas de vez en vez o simplemente a ponerse hasta el culo desde niños conmigo en las juergas.
- Así es, por eso también aprendieron tus malas mañas cabrón- lo dijo risueñamente enardecido.
- Bueno y entonces ¿cual fue el pedo?
- Pues resulta que una noche, mientras le dábamos recio al chupe ese trío de gandules tuvo la ingeniosa idea de realizar un solo viaje para el resto de la noche. Habían llegado de conectar orange crush y un poco de scong. Tenían en su bolsillo unos micro-puntos y unas piedras, así que sólo querían realizar unas cuantas caguamas para la seca.
- Ya veo
- Bueno, el caso es que hicimos la vaca para mandar al rufo que apenas llegaba de la macuarreada. Estaba repleto de mezcla pero tenía las ansias necesarias por chupar, así que no se negó para tenderse en corto por el chupe.
Y?
-Pues en ese preciso día había sido quincena y yo cargaba puros billetes de doscientos. A cada uno nos tocaban 100 varos de cuota pero ninguno quiso cambiar un solo billete. De ese modo, resignado, les dí el billete y dije: No regresarán con el cambio. Eres un pendejo Manuel, le aprendieron todo muy bien al Alejandro.
- Y luego?- proseguí muy interesado mientras desprendía con una rama reseca una extensa y pastosa cagada de perro que se había adherido a mi tenis agujereado. Decidí no pensar el cómo estaban mis calcetines al descubierto en ese momento.
- El caso es que por una extraña sensación decidí tomar las riendas del asunto-dijo mientras masajeaba una de sus rodillas- Decidí que ya no era justo que abusaran de mi buena compañía. Por eso arrebaté de las manos del rufo el cambio reunido y decidí lanzarme a por la maldad yo mismo. De esa manera no podrían abusar de mí de nuevo. Bastante tenía con las taloneadas que me daba mi jefe para sus aceites,(su padre sólo tenía 10 años más que yo ), con mi abuela para su despensa y los medicamentos; porque dicen que ya está muy destartalada de la mollera y de paso mi carnala con dos hijos. Esa no la ve llegar y ahora tengo que correr con los gastos de esos dos engendros de padres anónimos también.

-¿En verdad tu hermana ahora ya tiene dos hijos? – dije mientras olía escéptico la varita aderezada de cagada. A decir verdad, eso sí que me dejó absolutamente atónito y compungido. Laura era una morena que rayaba en los veintes y tenía unas cachas espectaculares. Además de unas peras pequeñas pero sugerentes que siempre asomaba enhiestas. Había tenido dos encontronazos con ella a pelo suelto hace un par de años. Fue casual y definitivo. Así que al saber su infortunado presente le imaginé fláccida, amorfa y fodonga. Sentí pena por otra linda chica que sucumbe ante la corrosión del estilo de vida actual.
- Si, y madre soltera golpeada a madres-aseveró Manuel
- Me lo imagino. Prosigue nene .
¿Qué putas es eso de prosigue? No mames Alex, estoy notando que hablas muy raro
- La escuela me echó a perder mi niño. No debes tomarlo demasiado enserio. Tú sígueme contando. Quizás un día cuente tu historia.
- Bueno, la cosa es que para no caminar demasiado el rana sacó del zaguán de su casa una motoneta que le habían empeñado por 25 papeles.
- ¿Por veinticinco papeles?
- ¡Huy!, ni te asombres. Hace un mes el Cano dejó que le surtieran una reverenda putiza por sólo dos papeles. No tenía con qué pagarlos así que se acercó a la ventanita del rana y le hizo esa rara propuesta
- Si, lo sé. Cuando eres un adicto JODIDO serías capaz de dar como garantía tu propio esfínter
- ¿Qué es esfínter we?
- Será mejor que no lo sepas rey.
- Bueno, total. Subí a la motoneta, metí la llave giré el switch y cuando estaba a punto de salir a toda marcha se acercó la guarra de Karen. Entonces todos la miraron y a juzgar por sus miradas supuse que le iban a hincar el diente en cuanto me fuese a la misión. Por eso decidí llevarla conmigo. Subió, se apañó de mi cintura mientras yo le daba fondo al acelerador.
- No te hagas pendejo Manuel. Bien que elegiste un previo privadito
- Algo tenía que aprender yo también de ti padrino. (hubo sendas risotadas) El chiste es que armamos las municiones en corto. Sin pretextos ni obstáculos y justo cuando subimos al cacharro y le metía la llave un hijo de su puta madre que manejaba una pick up nos estrelló de súbito y me mandó a volar más de media cuadra. La moto quedó hecha peor que una lata aplastada de aluminio.
En ese momento, mientras contaba el clímax de su lamentable vida, el chico tenía esbozado en el rostro un talante melancólico. La expresión de su rostro se entendía completamente abatida. Recordar es muy crudo a veces. Pero lo es más tratar de no hacerlo.
- Si quieres me cuentas después muñeca- Le dije para sesgar la conversación que se había volcado incomoda.
- No hay purrún Ale. De todas formas tiene demasiado tiempo que no te topo así que es buen momento para contarte algo bueno
- Vaya que lo es.
- Bueno. Creo que pasaron un par de horas y la ambulancia aun no acudía. Estaba semiconsciente así que no me fue difícil comprender lo que estaba sucediendo mientras yo aguardaba mis últimos momentos. Estaba desparramado por la banqueta y a duras penas pude tocar mi cuerpo para comprobar si me había ocurrido algo grave. No podía ni siquiera alzar alguno de mis brazos. Sentía el recorrer helado de la sangre por casi todo mi cuerpo. Sentí que mi presión disminuía y los mareos aumentaban. No podía respirar con normalidad. A unos cuantos pasos escuchaba la respiración jadeante de la Karen. Lo único que pensaba en ese instante era que no se muriera esa hija de puta porque de lo contrario me la iban a cobrar caro.
-Imagino que la agonía es soportable siendo personal pero cuando se percibe en el otro a tu lado debe ser algo tormentoso
- Así es rey. ¿Sabes Ale? Tengo mucho respeto por ti. De la banda tú eres el único que se expresa con claridad. Se ve que has tenido una buena educación.
- No pongas atención en esas cosas. En todo caso no cuenta demasiado y no se interpone en la amistad.
- Mire a Esteban y tenía los ojos crisálidos. Siempre me ha gustado encontrar eso que sólo he percibido en los verdaderos hombres de la calle. Dureza y compasión. Esos hombres recios que nunca pierden la ternura en el debido momento. NO TODO SON FALSAS HISTORIAS DE ESTILO BUKOWSKIANAS como las hechas por nuevos escritores. Si bien existen hombres despreocupados, promiscuos, desinteresados y resingnados, también los hay tiernos, comprensivos y vulnerables. Ambos polos en uno solo. Una cosa es narrar la calle bebiendo güisqui frivolamente y otra muy distinta narrar la calle y vivirla bebiendo reyes triste y enternecido a veces. En realidad, esos que hoy narran lo que ocurre en la calle, las cantinas, los bares, las aceras, con las mujeres, vaya pues, la APARENTE sordidez lo hacen desde los lugares ostentosos y de una manera despreocupada y completamente cruda. Es muy cómodo narrar historias sucias desde la pestilente opulencia con la impresión de que todo es absolutamente despiadado. Esos tipos jamás se verán envueltos en la inmundicia cotidiana. Nunca expondrán sus pies y sus entrañas al autentico cochambre aunque aprendan a escribir sobre ello.
-No recuerdo la hora exacta- dijo Manuel- pero pasadas más de dos horas por fin llegó una ambulancia. El tendero de la vinata había llamado a la cruz roja.
- Corriste con suerte ternera
- No no, para nada. Espera
- Está bien. ¿Qué ocurrió?
- Escuché una sirena cerca. Seguro la ambulancia peinaba la zona buscandonos. Minutos más tarde llegaron y murmuraron varias cosas que no pude entender con claridad. Sólo quería que me llevaran al hospital. De pronto, uno de los paramédicos se acercó, tomó mi pulso y me miró de un modo ofensivo. Supuse que algo estaba mal. Entonces se incorporó. Estuve a punto de desmayarme por lo que le dijo a su compañero en un tono despreocupado .
- ¿Qué le dijo?
- Vámonos, estos mocosos están a punto de estirar la pata. Lo mejor es que los dejemos aquí para no tener problemas si chupan faros en el camino. Así sin más se largaron los hijos de su pinche madre.
Sentí una profunda pena y a su vez admiración por Manuel. De alguna forma, muchos de mis contemporáneos nos hemos arruinado por excesos y actitudes autodestructivas. Sin embargo, chicos como Manuel, sin incurrir en los excesos han sido engullidos por la temprana destrucción inminente de hoy en día. Uno mismo va deteriorándose paulatinamente pero ellos no llegan a plenitud sin tener el cuerpo y el juicio completamente lisiados.
- ¿Y luego?
- Pues no quedaba más que esperar la muerte. Pero una hora más tarde llegó una ambulancia de la cruz verde. Creo que esa siempre levanta a los perros
- - Siéntete halagado viejo- Le dije en un tono indulgente para atenuar la atmosfera cruda
- - El chiste es mi Alex que en cuanto toqué la camilla me fui de vacaciones mentales durante tres semanas
- Tres semanas en coma. Sí que es un buen tour mental chaquetín.
- No, no espera, viene lo mejor.
- Está bien
- .Mientras estuve esos días en coma, toda mi familia se reunía de sol a sol para mantenerse al tanto de mi condición. Durante esos días los putos del Saulo y el rana rompieron algunas ventanas de mi casa, se metieron y robaron sólo pertenencias mías
- ¿Cómo lo sabes?
- Hace tres semanas que los vi con algunas mudas mías.
- No esperabas menos ¿o sí? Ya sabes cómo es la banda hoy en día
-Sí que si´
- Y eso no es todo. La Familia de Karen extendió una demanda en mi contra por lesiones. La muy puta declaró que yo había sido responsable del accidente
- Seguramente te la trincaste y no quisiste andar con ella chiquillo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Una mujer despechada es un peligro inevitable.
-Pero bueno. Mientras estaba en el hospital ocurrieron otras cosas muy gachas
- Sin rodeos Muñeca- Le dije mientras Esteban estaba distraído y le embarraba los pantalones con la plasta que había retirado de mis propios tenis.
-Me amordazaron- dijo mediante un tono muy jacarandoso
-¿Pero acaso no estabas en coma?
-En cuanto desperté no tuve noción de nada y me atemoricé. Arme una trifulca. Arranque de mi mano los sueros. Le sorrajaba tremendos puñetazos a mi padre que permanecía angustiado al pie de mi camilla. Desprendí de mi garganta la manguera del oxigeno que tenía conectada. Al levantarme y decidir caminar, quebré el yeso que habían fijado en mi pierna derecha. Así, al dar tan solo unos cuantos pasos caí de frente y me desplome sobre un tubular viejo de otra camilla. Mi cabeza se estrelló con esa dura tubería y provocó mayores contusiones de las que tenía. Por supuesto, tuve tres operaciones. Una para reconstruir mi pierna con múltiples fracturas y otras dos para disolver dos hidromas: Uno ubicado en la ingle y otro en mi cerebro inflamado. Después tuve dos meses de terapias de rehabilitación. Son muy duras. A pesar de los buenos resultados que mostré en mi mejoría los doctores dicen que ha sido afectado algo de habilidades motoras. Ahora sólo puedo acudir a trabajos poco pesados. Al menos puedo mantener a mi hija
-¿No chingues chamaco. Ahora resulta que también tienes una hija?
-Así es, pensé que lo sabías. Fue lo más sonado en el barrio
- Recuerda que he tenido las narices metidas en asuntos poco gratos Manuel
- Sí, lo sé. Pero ahora que lo pienso la pinta ñera jamás se te ha quitado tío.
- Hazme la buena.
- Y pensar que una semana después me llamaron de una agencia para modelar ropa. Con eso podría haber obtenido dinero fácil y así ofrecerle una vida llevadera a mi chamaca. Pero con esta tremenda rajada eso es otra historia.

Nunca había tenido reparo en ello. En ese momento miraba a Manuel y en verdad se había convertido en un muchacho bien parecido. Tenía un porte parco y un tanto torpe, aunque sus facciones un poco afiladas lo hacían ver gallardo a pesar de su complexión extremadamente esbelta. Por un instante imaginé lo que hubiese ocurrido si yo tuviese en esos momentos una pinta atractiva. Después reivindiqué el juicio y reí en mis adentros. Hubiese sido un desorden mayor para todos, pensé.
Finalmente Manuel me miró esbozando una sonrisa complaciente. Por un momento sentí la necesidad de abrazarlo y lo hice. Ante esa muestra de afecto el chico se abandonó a mis brazos. Eso es lo que necesitan muchas personas que pagan cuantiosas sumas con un loquero. Con uno de esos estafadores. Tan solo una muestra fidedigna de afecto. Eso es todo para comenzar a borrar los desperfectos en una mente insana.

Se despidió, se alejó y no hubo más cháchara. Al cabo de un rato el Tebas y yo decidimos ir al otro parque de la colonia contigua para saludar a la vieja banda y mirar a a los nuevos patinadores. Haciendo el camino hacia el otro parque el Tebas decidió comprar un tabaco y un litro de agua. Entramos a la tienda y mientras me daba el dinero para que yo pagara él tomaba las cosas. Al salir le alcancé el cambio a sus manos pero entornó hacia mí al tiempo que decía:
-No te apures. Quédate con el cambio. A fin de cuentas ya estás acostumbrado. ¿O no?
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