viernes, 30 de septiembre de 2011

¿Enserio, tú no has pensado qué es el amor?


¿Enserio, tú no has pensado qué es el amor? No, no, espérate, Viridiana. No me vayas a colgar el puto teléfono de nuevo. Te conozco. Espérate. La neta sí me exalto. Pero debes entender que no es contigo. Eso ya lo sabes. Comprende que es por lo que ocurre. Lo que pasa es que me conflictúa demasiado que no razones ante esta situación. ¿Qué yo tampoco sé qué es el amor? Por favor, Viridiana. Ese tema ya la tocamos. No se trata de lo que te enseñan los putos libros de la escuela. No es una cuestión estrictamente de semiótica o algo por el estilo. Eso es insuficiente para explicarlo. Espérate, espérate, déjame hablar. Ya sé que eso de que es una construcción y no un sentimiento es un argumento redundante. Pero, ¿de dónde más podrías partir para explicarlo? Por supuesto que tiene que ver con otras cuestiones no menos importantes. Aunque por algo debemos comenzar a comprenderlo ¿No lo crees? No, no, tranquilízate ¿Mande? ¿Eh? Y dale que con la literatura puedes darte una idea. Yo también concuerdo con eso, pero no del todo. ¿Qué los poetas son los más sensibles a eso? Podría ser. Pero eso no equivale a decir que tengan la perspectiva correcta ¡SHHH! Oh, chingá. Alzas demasiado la voz cuando te alteras. A ver, dime. ¿Eh? ¿Ya vas a comenzar a meter a Shakespeare en esto? Eso ya lo habíamos hablado también. Ese hombre le hizo mucho daño a la sociedad. El amor no tiene por qué acabar en algo trágico. Ya sé que cuando hablan de amor piensan en Romeo y Julieta. Vaya lio el de esos dos. Tuvieron que afrontar una situación trágica y al final el resultado fue catastrófico. Sí, sí, no te alteres. No niego que es una reconocida novela. Pero de cualquier forma esa historia es un asco. Eso de los amores lejanos o trágicos se ve muy seguido en las novelas y en las películas. Ajá,ajá, Oye… no, no estoy diciendo que no debamos amar a personas que desafortunadamente se encuentran lejos de nosotros. Pero debes comprender que no ocurre de esa forma todo el tiempo. No es un requisito que deban pasar esas cosas para someter a prueba un amor auténtico. A veces me desconcierta saber que todo el mundo cree que en el amor se sufre siempre. Esa es una suposición completamente equivocada. El dolor es dolor y el amor es amor. Punto. Jamás se obtiene placer al sufrir. Quien piensa eso es porque tiene problemas graves de percepción. ¿Qué?, ¿que todos atravesamos momentos difíciles durante él? Pues claro. Pero eso no equivale a decir que sea una ley absoluta atravesar tanta dificultad continuamente. No, no. Ahí vas de nuevo. Comprende, no te estoy dando la razón. Sencillamente digo que si ocurren cosas desfavorables durante situaciones así, es porque hay fallas que no tienen nada que ver con esa “trágica ley” que tu supones que existe. ¿Bueno?, ¿bueno? Ya, ya se escucha. Quién sabe qué le pasa a esta madre. Ha de ser el cable. ¿Sí? ¿Díme? ¡Ah, sí! Pero por supuesto. A veces las fallas son ocasionadas por mal entendidos. Aunque eso es un problema que surge porque cada uno se empeña en entender al amor de su propia manera. ¿Que de qué estoy hablando? No manches, es obvio. Muchas veces creen que salir de vez en cuando, obsequiar chocolates, llevar serenata, festejar el aniversario, salir a comidas, o cuanta madre así, son formas genuinas de representar el amor. Pero ¿Sabes qué? Precisamente ese tipo de cosas son las que menos se acercan al amor. Mas bien eso refleja puras rutinas adoptadas ¿Ah? Baja la voz chingao, me lastima el auricular. Hasta mi hermana puede escuchar bien clarito tus gritotes. ¿En qué chingados estábamos? Ah, sí. Resulta que esas formas de representar al amor no son mas que meros símbolos ¿Que qué chingados son los símbolos? Ahora resulta que no te acuerdas que son formas de actuar interiorizadas y reproducidas por las personas. No, no, aguanta. Te me pones re loca. Ya sé que no estamos en la escuela. Otra vez me sacas eso. Pero es la verdad. Todo el mundo repite y repite lo que ve que hacen sus amigos, sus padres, sus abuelos, los actores principales de la comedia de las siete, en fin. Es todo teatro. Se ven como actores que imitan actores. Bueno, no, no es tan simple. También intervienen otras cosas. ¿Cómo cuales? Pues la cultura, la economía en sí, cosas así. ¿Cómo de que no lo crees? Sólo mira a tu alrededor. Todo se representa en números, en cosas, en apariencia. A ver. ¿Acaso sientes lo mismo cuando comemos chicharrones en la banqueta que cuando salimos de farra los fines de semana? No, ni madres, nada de que las dos cosas te gustan por igual. He visto tu carita cuando vamos a esos pinches lugares pedorros con toda esa bola de histéricos que nomás buscan hacer acto de presencia para ser vistos. Se te ponen los ojos como búho nomás de pisar esas madres. En cambio, nomás te veo bien achicopalada cuando estás tranquilita haciendo cosas supuestamente aburridas. ¿Qué no son aburridas? Pero si tu me lo has dicho más de un par de veces. Es un poco triste. La gente sólo ha aprendido a valorar las cosas que sólo se pueden tocar y acumular en casa. A ver, otro ejemplo. ¿Porqué no le hiciste caso al chaparrito que te invitaba a salir la semana pasada? Nada nada, ni te alteres. Ya sabemos que no te gustan los zotacos. Pero no fuese garrochón y de ojo claro porque hasta le pagas la peda, ¿verdad? Ja, ándele, por andar de braucona se le cayó el discurso. ¿Qué? Sí, sí mujer. Mañana entrego el libro en la biblio para que no te cobren multa. Pero bueno, ¿Qué te decía? Ah, sí. Por ejemplo, eso de salir a caminar ya no es bueno para nadie. Y hablar ni se diga. Todo el mundo piensa que quien habla mucho es porque tiene problemas mentales o algo así. Ya no se puede tener comunicación con nadie. ¿MMM? Ya habíamos hablado de eso, Viri. No sólo se trata de cruzar palabras. Eso de la comunicación se trata de reconocer de verdad al otro. Consiste en aprender del otro y para el otro. Espera, ya me está sudando la oreja con esta madre. Listo, nomás me cambié de oido el auricular, ahora sí. Se me va el pedo. ¿En qué estabamos? Ah, sí. También te iba a decir que los abrazos fuertes, los comentarios alentadores, las compañías relajadas y las caricias discretas ya no son suficientes. Es más, te puedo asegurar que mucha gente ya ni se acuerda de cómo hacer ese tipo de cosas. Ahora todo el mundo quiere algo que se pueda amontonar en su cuarto. ¿Qué? Sí, por supuesto. Un peluche, un disco… ¿qué pasó? Andale, tienes razón. O hasta el cuerpo del otro ahí arrinconado nomás. ¿Eh? ¿Pero cómo que eso de desear el otro cuerpo es normal? Por supuesto que es normal. Pero sólo cuando no se busca todo el tiempo. Hay gente que se enajena con eso. A veces me da la impresión de que hay personas que no evolucionaron. ¿Qué dices? ¿Que es muy normal el sexo? Pero claro que entiendo que es normal. A lo que me refiero es que para algunas personas eso es una afición incontrolable. ¿Acaso no te ha pasado que ese deseo pasa a segundo plano cuando alguien te gusta de verdad? ¿Cómo de que no? Si las ansias sexuales se desvanecen cuando alguien te incita a brindarle mucho afecto. Cuando menos a mí me ha pasado. ¿Qué? No manches, deja de decir que yo soy corazón de hielo.

¿Bueno? Ah, ya. Va pues, pregúnta. Ajá, sí, ¿eh? ¿Cómo que qué ocurre cuando la gente viaja a otro lado para dejar su pasado y construir una nueva vida juntos? Pues te lo resumiré un poco: aunque los cuerpos se muevan a cualquier sitio, las mentes siempre permanecen donde en realidad quieren estar. Sí, ya se que es lamentable. Pero bueno… ¿ Cómo que donde quedan las palabras? Uy, ni las menciones. Eso es lo último en lo que se van a volver a fijar. Ese dicho de que verbo mata carita y cartera es de cuando yo seguía usando calzón entrenador. Sí, sí, yo también entiendo que no sólo se trata de palabras. Tambien conlleva acciones precisas. Pero, ¿acaso no empezamos por decir te quiero, me gustas, te siento, o cosas por ese estilo? ¿Acaso las palabras no son el medio inicial para hacerle saber al otro lo que deseamos, lo que estamos dispuestos a ofrecer, lo que sentimos, lo que pretendemos provocar en ellos? No me vengas con chorradas. Si hasta tú echas mano de los pinches «te extraño» cuando intentas hacer sentir bien a alguien. ¿Eh? Ah, por supuesto. Ya sé que a veces basta sólo un apretón de mano, un jugueteo con su pelo o un leve roce en la mejilla con los dedos para trasmitir algo. ¿Pero a poco el hombre no se empeña en trasmitir las cosas con claridad? Y qué, ¿hay más claridad inicial en otras formas que en la propia palabra? Sea como sea. El amor no comienza por la vista ni mucho menos por el estómago, sino por el hocico. ¿Mande? Nel, ni empieces con lo del amor a primera vista. Una cosa es el enamoramiento y otra muy distinta el amor.

Bueno, pero regresando al punto, te digo que esto es más grave de lo que supones. Cuesta un huevo tratar de sacarle unas cuantas palabras a las personas. La mayoría tiene bastante miedo. ¿Que por qué miedo? Pues porque cada vez es más difícil que las personas se abran unas con otras. Nos hemos vuelto tan egoístas e inseguros… ¿Que por qué egoístas? Ay, Viri, pues porque siempre idealizamos las cosas conforme las suponemos. Jamás aceptamos las cosas a medida que se van suscitando. Siempre queremos que se presenten como lo deseamos. Nadie se pone a pensar en el otro. Más bien se ponen a pensar «por» el otro. Ay no, ahora sí que te la mamaste. ¿Cómo está eso de que de todas formas el amor no dura? Chale, ¿tú también consideras que el amor es temporal? Ay, no me chingues. Ahora resulta que también eres de esas personas que afirman que el amor se acaba. En eso no estoy de acuerdo. El amor no se acaba, ni mucho menos se desgasta. Lo que ocurre es que a veces uno se empeña en irse desencantando de él. O lo que pasa también es que uno no propicia que surja verdaderamente. O que tan solo se mantenga con mucha pasión y energía. Espérate, ya, ya sé que no es tan fácil de comprender. Pero deberías detenerte un poco y meditarlo. ¿Acaso tus viejos amores son en realidad viejos amores? ¿Ya ves? Sólo aprendes a reprimir cosas que durante algún tiempo fueron muy gratas para ti. Pero sucede que como ya no se presentan con la misma frecuencia o intensidad, pues te mortifican y simplemente aprendes a bloquearlas. A veces pasa que también olvidas esas buenas cosas principalmente porque suelen ocurrir pequeños tropiezos en la relación. La gente le concede mayor valor de lo que debería a esos resbalones. Las cosas malas siempre predominan sobre la mente de las personas. Aunque hayan sido pocas las cosas ingratas, siempre les otorgan mayor importancia. Espérame tantito, no cuelgues, me estoy meando. Ahorita regreso, no te vayas.

Ya retorné. Hasta se me bajó la presión, neta. Prosigamos. ¿En qué me quedé? Ah sí. Parece que lo lastimero o lo desagradable tiene mayor peso en la balanza. Aparte, se me olvidaba mencionar que esto es cosa de DOS, siempre de dos. Eso es algo que también pasan por alto. Ese asunto no puede recaer en una persona. ¿Mande? Sí, sí, no te pongas bronca. Ya sé que por alguna razón a veces unos deciden por otros o toman siempre la iniciativa sobre otros. Pero eso no es amor. Eso es una especie de dominación. ¿Eh? No, no, piénsalo. Eso que me estás diciendo es diferente. Cuando alguien decide someterse a otro voluntariamente es otra cosa. Eso es una dependencia. Y es más grave de lo que parece ¿Cómo que por qué? Pues porque las personas dejan de ser lo que son para convertirse en lo que no quieren ser ¿Gacho? Es más que gacho, Viri. Eso es atroz. ¿Por qué creo que suceda eso? Pues por soledad. Por el miedo a la soledad. ¿Mande? Ah, sí, yo también lo sé: a nadie le gusta estar solo. Además, creo que eso no es posible. Pero da la casualidad que estar con quien no deseas (conocer realmente) es una forma de estar a solas ¿Qué? No, relájate, no estoy filosofando ¿Que si yo estaría dispuesto a cambiar por alguien? Pues sí, sabes que modificaría ciertas cosas de mí mismo. Al final, comprendemos que hay ciertas cosas de nosotros que afectan de manera negativa al otro. Pero que quede aclarado: una cosa es cambiar ciertas actitudes para el bienestar de ambos y otra muy distinta es dejar de ser quien eres por completo a raíz de una presión proveniente del otro. Cuando pasa lo segundo las consecuencias son mayores ¿Cómo que cuáles? Pues enloqueces. ¿Eh? Pues sí, es lógico. Es como si todo el tiempo te vieses forzado a ser un actor. Haces cosas que no van contigo. Sólo te remites a complacer al otro a costa de tu propia estabilidad. Ya te había dicho eso antes. Cometes un suicidio individual para no cometer un suicidio social. ¿Qué? No, no es un aforismo, Viri. Ni que todo el tiempo intentase escribir. Si nada más estoy en el arguende contigo. Oye, por cierto, el no decir lo que sentimos también tiene ciertas consecuencias. ¿Ah? No, no te hagas pendeja. Eso te pasó hace poco. No sólo pasa eso de que el otro no se entera. También ocurre eso de que le das una impresión distinta. ¿Cómo que qué tiene de malo disimular? Pues eso complica las cosas y además resulta contraproducente. Cuando ocurren las cosas de ese modo no hay honestidad contigo mismo, ni mucho menos con el otro. De esa forma el otro jamás percibe lo que realmente sientes. Puede que logre descubrirlo, puede que no. Desafortunadamente es más frecuente eso de que no consigan descubrirlo. ¿Que tal vez no sea el momento? ¿Ya vas a empezar con esos dichos del populacho? Eso de que no busques al amor porque va a llegar por sí solo es una tomada de pelo, Viri. A veces el amor a pasado frente a nosotros. Lo malo es que por distraídos o temerosos no nos atrevemos a hacerle las señas correctas para que se detenga y nos mire. El hombre cambia la historia, afecta su historia, es capaz de mover su propia historia. Eso de que estamos condicionados por el destino es una charada. No, no, no es un diálogo sacado de una película joligudense. En verdad que uno puede darle otro rumbo a las cosas ¿Qué? Ahí vas de nuevo. ¿Para qué quieres saber cómo sé cuando amo a alguien? ¿Curiosidad? Nada de eso, lo tuyo es puro morbo. Pero bueno… te lo voy a decir. ¿Nunca has sentido la necesidad de hacer sentir bien a alguien en especial? Ah, mira nomás. ¿Ya vez cómo sí? O incluso, ¿nunca has intentado que alguien se sienta a sí mismo a través de ti? ¿Nunca has sentido esa necesidad de sentirte provechoso para alguien? ¿A poco no? ¿En serio? ¿Jamás te ha surcado por la mente esa idea que te obliga a hacer sentir bien a alguien de forma desinteresada y comprometida? ¿Neta? Me sabe mal, es una pena. Ya, no me vengas con esas cosas. ¿En verdad no lo has intentado? A mi parecer, creo que esto se trata de ofrecer todo de manera icondicional. ¿Cómo que entonces dónde quedas tú? Pues es simple: la gente aún no está preparada para entender que cuando das, recibes simultaneamente. ¿Mande? Sí, esa es la clave del asunto, creo. ¿Eh? Pero por supuesto, chiquilla. Sólo voy a saber si estoy en lo correcto practicándolo. Pensar no es suficiente. Pero bueno, ya me voy. Me está gruñendo la panza ¿Qué? Sí. No he cenado. Y hay unos tacos al pastor que quieren que les dé amor. ¿Mande? No te escucho claro. ¿Que qué voy a hacer mañana? Pues es lo que estoy pensando en este momento. Sería bueno decirle esto a ella. ¿Eh? Sí, a la que te dije. Perdón, se me fue la onda. Tú eres mi mejor amiga y lo sabes todo. Bueno, casi todo. Pero como te lo dije: pensar no es suficiente. En lugar de hablarlo contigo debería hablarlo con ella. Debo buscarla y escupirle todo esto. Por ahí comienza el asunto. ¿No lo crees?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Como otro día cualquiera.


Alexis se despertó muy temprano esa mañana. No fue por voluntad propia. Tuvo insomnio la noche anterior. También se sintió ansioso. Después de leer un par de horas encendió la radio y se puso a asear su habitación. Más tarde sonó el timbre de la puerta y salió.
—¿Quién?
—Abre, culero. Soy Ramón.
—No tengo colchones viejos, venga después.
—No seas mamón. Abre.
Alexis abrió la puerta y lo dejó entrar. Llevó a Ramón al sillón de la sala y encendió el televisor. Fue al baño. Regresó enseguida.
—¿Cómo has estado pinche Alexis?
—Estoy, es ganancia.
—¿Ya no vas a la universidad?
—¿Qué es eso?
—Qué gracioso. En serio. ¿Ya no le caes a tu chamba?
—A veces.
—¿Entonces qué chingados es lo que haces todo el día?
—Me dedico a doblar calcetines.
—¿Y además?
—Tiro la basura y veo videos de zumba.
— Leer demasiado te está haciendo daño. Te hace pensar todo el tiempo.
—No lo hagas.
—¿Qué, leer o pensar?
—Lo segundo.
—¿Por qué o qué?
—Te harás daño.
—Deja de pendejear. Mejor búscate una mujer. Al menos pasa el tiempo con una chica. He visto cómo te siguen algunas. No seas marica y despáchalas un rato por lo menos.
—Quieres jugo o chesco.
—Chesco.
Alexis se incorporó y se metió a la cocina. Regresó con un refresco de lata y un jugo de litro en tetrapac. Ramón estaba pasmado viendo un programa matutino de televisión.
—Esas del balet de venga la alegría están precisas.
—Sí.
—Por cierto, Marisol me dijo que te vio caminando por el centro el otro día y que te hiciste pendejo.
—Seguro estaba en los libros de viejo.
— También Mariana me dijo que no contestas tu teléfono. Ha tratado de localizarte muchas veces. Y de paso Susana dice que al parecer la borraste del Mensajero.
—Ya no uso el mensajero.
—Estás demente. No entiendo porqué desperdicias tanta carne.
—No he desayunado ¿Quieres una torta de milanesa?
—No, gracias. Así estoy a toda madre. Además ya me voy. Sólo pasaba a visitarte. Debo ir a la escuela. Deberías animarte a la maestría. Tienes mucho potencial.
—Lo pensaré.
Alexis acompañó a Ramón a la puerta. Regresó a la cocina. Luego se fue a la mesa con una torta de milanesa. Sonó el teléfono.
—¿Bueno?
—¿Se encontrará Alexis?
—¿Quién lo busca?
—Erika.
—No se encuentra. Fue por el pollo.
—¿Sabe a qué hora regresa?
No tengo la menor idea.
—Bueno, gracias.
—Por nada.
Colgó. Después se dirigió a su cuarto, encendió el dvd y continuó viendo una película que había dejado a medias la noche anterior. Volvió a sonar el telefono.
—¿Dime?
— ¿Cómo que dime? Contesta bien, culero. Soy Iván. ¿Cómo has estado, rey? Hace mucho que no te veo. Seguramente te sigues apestando en tu cuarto.
—Bien carnal. ¿Y tú?
—Igual.
—¿Qué se te ofrece?
—Nada. Sólo quería saludarte. ¿Cuándo nos vemos?
—La próxima semana, seguro.
—Está bien. Entonces quedamos después. Me voy. Deberías salir al mundo de nuevo. Suerte, cabrón.
—Para ti también, carnal.
Presionó end a al teléfono inalámbrico. Luego volvió a la mesa y se puso a revisar unas notas. Subió el volumen del estéreo. Sintió una presencia. Cuando miró hacia la puerta vio al gato sentado justo en el umbral. Lo contempló unos segundos y sonrió. Sus ojos se centraron en las notas de nuevo. Estuvo organizándolas un buen rato.
Luego fue al baño, tiró una meada, se lavó las manos y se fue a recostar sobre la base del librero. Tenía un librero modesto que abarcaba media pared. Había en él obras muy extrañas o difíciles de encontrar recientemente. Cogió algunos libros y les pasó revista con detenimiento. Luego volvió a ponerlos en su sitio y se recostó de nuevo. Después alargó su mano y cogió otro libro desde el suelo. Lo leyó boca arriba unos segundos y casi enseguida lo posó sobre su pecho. Estuvo tamborileando con los dedos sobre la cubierta del libro. Era de Famanelli. Educar a las mofetas era un título que le hacía reír. Desafortunadamente el título era lo único que valía la pena leer.
Antes de colocar en su lugar el libro sonó el timbre de la puerta otra vez. Alexis se puso de pie y salió con el libro en la mano.
—¿Quién?
—¿Se encontrará Alexis?
—¿Quién lo busca?
—David.
David era de esa clase de personas que buscan a otras cuando en realidad no tienen nada qué hacer.
Alexis abrió la puerta y le hizo señas para que pasara. Después lo llevó al sillón y volvió a encender la televisión. Fue otra vez a la cocina y mordió un bistek directo del sartén. A continuación regresó a la mesa y puso a un lado el libro.
—Enséñame ese libro que traías en la mano.
Alexis le lanzó el libro desde la mesa.
—Pinche Alexis. ¿A poco te gusta Famanelli?
—Sólo sus aforismos.
—¿Entonces por qué tienes varias de sus novelas?
—Para confirmar por qué no me agrada.
—Pero es bueno. Escribe sucio.
—Es demasiado fantasioso. No conoce la calle.
—Pero sus novelas y relatos tratan de gente común y corriente.
—Gente snobista común y corriente.
—Sus personajes son sucios.
—No creo que un ladrón de vecindad hable como si hubiese cursado un doctorado. Eso es muy chiflado.
—Él es muy ñero.
—Aparenta.
—Y su chiquillo Rizano también es bueno.
—Es exactamente lo mismo.
—Le gusta el box.
—Eso dice como locutor en la estación de radio de una universidad pirrura. Te aseguro que si le cantan un tiro se arruga enseguida. Gente como esa sólo observa las aceras desde un cómodo palco.
— Dicen que escribe prosa puerca y que frecuenta congales.
—¿Le llamas congal a su propio bar en aquella colonia de alcurnia? La gente tiende a engrandecer las cosas que en realidad desconoce. Tal vez le guste la prosa sucia. Pero no creo que haya tenido una vida así.
—¿Y necesitas llevar una vida de ese estilo para escribir así?
—De ahí es donde surge.
—Como sea. Deberías escribir algo. Tal vez hasta publicar algo.
—No lo conseguiría. No soy amigo de ninguno de esos pequeños caprichosos.
—Tienes razón. Esto de la escritura actual sólo se trata de buenas relaciones. Bueno, me voy. Sólo pasaba a saludarte. Intenta divertirte de nuevo.
—Lo hago. Sólo que de distinta forma.
—Extraño esos viejos tiempos, amigo. Eras más desenfrenado.
—Necesito un año sabático. Creo que estoy cansado de eso.
David se dirigió solo hacia la puerta. Alexis retomó la revisión de notas. Después se frotó los ojos y encendió la computadora. Revisó su correo, leyó el periódico y se conectó al feis. Algunas ventanas de mensajes se desplegaron. No les hizo caso y siguió leyendo. Su celular timbró un par de veces. Lo cogió de encima del librero y revisó el mensaje. «Estaría chido que fuéramos por un café, dime si puedes en estos días, Sandra.» Sostuvo en su mano el celular unos segundos y luego lo apagó. Pensó lo que le había dicho Iván. Entonces sacó sus llaves que estaban debajo de la cama, cerró la puerta y se dirigió al deportivo.
Cuando llegó, la mayoría de los cuates ya estaban jalando. Siempre estaban ahí, a la misma hora. Aunque ya habían pasado los años sus cuerpos no demostraban progreso en el ejercicio.
—Qué pasó, muerto. Hace tiempo que no venías.
—No está muerto, cris. Sólo desahuciado.
—No es cierto, Felipe. Se escapó del refrigerador. Lo tenían con Gual disnei y Lenin.
El resto se rió. Seguían haciendo su rutina con dificultad. Algunos olían a alcohol y otros mostraban en sus rostros cansancio o desvelo. Alexis entendía perfectamente por qué no dejaban el deportivo. Demasiada inestabilidad en casa te obliga a permanecer fuera mucho tiempo.
Entonces Alexis se sentó en una plancha metálica y se puso a observarlos. Al poco rato Bruno se acercó con unas mancuernas en la mano.
— ¿Cómo has estado mi Alexis?
—Chido mi Bruno. ¿Y tú?
—Ya sabes, la escuela, el ejercicio, el coto… Se te extraña wey. Nos haces reir muchísimo.
—A eso vengo.
Bromeó con ellos bastante tiempo. Una hora más tarde todos comenzaron a despedirse. Alexis regresó a casa y se puso a leer durante otras dos horas. Encendió su celular otra vez para ver qué hora era. El reloj marcaba las tres de la tarde y había dos mensajes nuevos. «Te invito a un reven el viernes, me llamas, Anabel.» Revisó el otro mensaje. «Te estuve esperando, ¿Aún puedes ayudarme con mi tarea? Di que sí. Te llamo al ratito, Caro». Lo apagó de nuevo y volvió a encender el radio. Conectó el aipod y puso el estéreo en auxiliar. Luego terminó de acomodar los folios dispersos y se puso a leer una vez más. De pronto dieron unos toquidos muy fuertes a la puerta. Salió a abrir.
—Sabía que estabas en tu casa, cabrón.
—Pinche Esteban, ¿Por qué no tocas el timbre?
—No mames, me dio toques.
—Pasa.
Alexis también lo llevó al sillón pero esta vez no encendió el televisor.
—Vine por ti para ir a jugar maquinitas.
—Espérame, nomás termino esto y nos lanzamos.
Ambos habían sido aficionados a los videojuegos desde niños. Esteban tenía veintinueve años pero parecía que no quería que el tiempo avanzase. Sus facciones se habían hecho más gruesas y su atuendo seguía siendo el mismo. Pero su comportamiento seguía siendo infantil aunque un poco más huraño. Sin embargo, Alexis sentía una profunda ternura por Esteban. Su amigo seguía siendo tranquilo y noble con las personas a pesar de su estado tan irritable. Esteban nunca había tenido un empleo duradero. Mucho menos había dejado de ser neurótico. Pero siempre que Alexis necesitaba ayuda, él se la ofrecía sin que se lo pidiese. Mientras estaba sentado sobre la mesa, Alexis miró a Esteban y se puso a pensar en eso. Luego cerraron las ventanas y se encaminaron a los videojuegos.
Una hora más tarde hubo un apagón en el local de maquinitas. Ambos se despidieron y tomaron rumbos opuestos. Mientras regresaba a casa, Alexis se encontró a una vieja amiga. Daniela tenía apenas treinta años y tres hijos de padres distintos. Cuando eran niños salían juntos a menudo.
—¡Aletzis! Já ¿Cómo has estado?
—Bien. ¿Y tú y tus chiquillos?
—Todos dando lata.
—Me parece perfecto.
—Debemos salir de nuevo.
—Tienes tres hijos, Daniela. Aún son pequeños. No puedes dejarlos solos.
—Ese no es problema. Mi madre los cuida cuando salgo los fines de semana. Me puedo poner borracha sin pedos. Eso te conviene.
—Entiendo.
—Entonces, ¿Qué me dices?
—No puedo. Debo estar temprano en casa siempre.
— ¿Por qué?
—Tengo que echarle el jabón de baja espuma a la lavadora.
—No se te quita lo ridículo. Ándale, salgamos mañana.
—Mejor nos vemos otro día.
—Cuando quieras.
Siguieron charlando unos minutos y al final Daniela cogió a Alexis por el cuello para despedirse. Le dijo al oído que seguía gustándole mucho. Alexis hizo una mueca y la dejó atrás. Caminó un par de cuadras y de pronto decidió comprar galletas en una tienda. Cuando salió, miró hacia el parque y se acercó. Recordó esos días cuando pasaba de la media noche y se reunía con los amigos en ese parque. Se sentó en el quiosco y observó unos minutos a los niños que jugaban futbol. Entonces una mano lo cogió por el hombro. Alexis torció la cabeza para cerciorarse. Era Arturo que regresaba del trabajo.
—Te vi desde que me bajé del pesero, cabrón. Hacía un chingo que no te topaba. Uno nunca sabe dónde te metes ¿Qué andas haciendo en el parque?
—Vine a arrojarle galletas a las palomas. No había maíz en la tienda.
—Ja, me parece bien. Sigues siendo burlón.
De repente un par de sujetos se acercaron. Antes de que se detuviesen, Alexis los reconoció. Eran Alan y Martín. Recordó esos días en los que los cuatro permanecían toda la noche bebiendo y haciendo escándalo en el parque.
—Ay wey, ¿quién le abrió la tumba de nuevo a Lázaro?
—Pinche Martín. Todavía no saludas a Alexis y ya lo estás chingando.
—Tú no digas nada, pinche Alan. Si tú me dijiste eso.
—No mames, Alexis. Hacía mucho que no te vicenteaba. El otro día le pregunté por ti a Martín y me dijo que vivías para la universidad.
—Eso fue hace tiempo.
—No chingues. Te aseguro que ni acabó la prepa el condenado.
—Sí, no concluí la prepa.
Al cabo de un rato, mientras conversaban, un borrachín se acercó a pedir un tabaco. Martín fue el primero en ser taloneado. El viejo continuó con Alan y Arturo. Cuando llegó con Alexis, el borracho lo miró muy serio. Luego le cogió la mano y fingió tomarle el pulso.
—Mejor a ti te doy un tabaco.
Todos rieron.
—No gracias. No fumo.
—¡Ay wey! Está canija la cosa entonces.
Se desataron más risotadas. El borracho se alejó y al poco rato todos se dijeron adiós acordando frecuentarse de nuevo.
Cuando llegó a casa, Alexis volvió a coger un libro y se sentó justo debajo del marco de la puerta. El teléfono sonó nuevamente. Contestó.
—Oye wey, ése libro que me recomendaste es de lo mejor.
—¿Quién habla?
—Oscar.
—¿Por qué lo dices?
—Jamás pensé que el estudio de América Latina fuera tan interesante.
—Ya pues. Todo tipo de formación social está determinada por ciertos factores. Las grandes civilizaciones mesoamericanas fueron excepcionales. Su estructura societal era bastante peculiar a comparación de otras. Su visión de totalidad con el mundo las hacía desarrollar un modo de vida estrictamente equilibrado con el entorno. Además también fue interesante lo del proceso de dominación ¿No lo crees? Quién iba a pensar que algunas facciones de indígenas fuesen las encargadas de llevar a la derrota a su propio pueblo. Con eso queda descartado el poder absoluto que se les atribuía a los españoles. A esos cerdos insalubres. Además, quien iba a pensar que esas bestias quedaron asombradas ante la extrema limpieza, la organización, las actividades laborales y demás características de nuestros pueblos milenarios. ¿Ahora entiendes porqué repudio a esas figuras intelectuales que emigran hacia Europa para encontrar la inspiración? Esa es gente sin memoria, sin raíces. Son sujetos que han sido afectados por una lobotomía histórica. Quién iba a pensar que uno de los lugares que hoy es un receptáculo cultural, antes haya sido la sede de más asesinatos en la historia. La gente se perturba por los crímenes perpetrados por los nazis en contra de los judíos. Pocos recuerdan el derramamiento de sangre diez veces mayor que cometieron los reyes católicos sobre los judíos y sobre nuestros pueblos.
—No mames. Jamás pensé que pudieses explicar las cosas de ese modo. Hablas muy distinto cuando te pones serio.
—Siempre soy serio. Lo que pasa es que simplemente decir las cosas de forma graciosa es decir cosas serias de forma amable.
—Ya entiendo. Deberías escribir acerca de todo eso que muchos de tus amigos desconocemos.
—Eso ya no le interesa a nadie. Pero tal vez lo haga.
— ¿Puedo ir a visitarte? Seguramente podrías explicarme otras cosas.
—Desde luego.
—Bueno, te hablo después para confirmar qué día.
—Bien.
Alexis arrojó el teléfono sobre el sillón. Regresó a la computadora. Abrió Word y comenzó a escribir. Apenas llevaba un par de líneas cuando el sonido de una ventana emergente lo detuvo. Leyó lo escrito en ella.
—¿Por qué no has respondido los mensajes que te envío?
—Mariana, sabes que mi teléfono nunca tiene crédito. Además nunca lo llevo conmigo.
—Eres un desconsiderado.
—Lo siento.
—¿Sigues acongojado por lo de esa chica?
—Un poco.
—¿Pero qué es lo que te entristece ¿Qué ahora trate de evadirte?
—No. Es solo que me entristece el hecho de que algunas personas no se dejen querer.
—Eso es muy extraño. Normalmente las personas se afligen porque no las quieren. Pero en cambio, tú te entristeces porque no se dejan querer. Eso no es común.
—Lo sé. Las cosas saludables ya son demasiado extrañas para una sociedad tan egoísta y corrompida.
—Eso es cierto. Oye ¿Pero nos veremos la semana entrante? Necesito contarte unas cosas.
—Claro, es seguro.
—No deberías pasar tanto tiempo encerrado.
—No te preocupes. Ya me lo han recomendado.
—Me voy.
—Está bien.
Alexis miró el reloj del monitor. Eran cerca de las nueve de la noche. Dejó la maquina encendida y regresó a su cuarto para terminar la película. En cuanto aparecieron los créditos, retornó a la mesa y siguió escribiendo. Cuando se levantó, miró un reloj de pared que marcaba las dos de la mañana. Apagó la computadora, apagó el estéreo, apagó las luces de la cocina, de la sala y de su cuarto. Se metió debajo de las cobijas, vestido, con un libro en la mano. Encendió una pequeña lámpara que siempre guardaba debajo de su cama. Siguió leyendo otro rato. No podía dormir. Tenía insomnio nuevamente. Sabía que despertaría muy temprano por la mañana, sintiéndose ansioso. Como otro día cualquiera.