viernes, 22 de octubre de 2010

Quédate con el cambio

A “la muñeca” con aprecio. Por los años perdidos


Quédate con el cambio.

El viejo parque de la colonia molinos estaba hecho escombros y sólo pudimos encontrar una percudida banca para sentarnos. Esteban y yo somos amigos desde niños pero hacía meses que no sabíamos de ambos. Después de mucho tiempo, al no vernos, lo más cortés sería charlar un poco, supuse.
¿Cómo te ha ido?- dijo mientras repetía la pregunta con voz muy tenue. Recuerdo que siempre ha tenido esa peculiaridad.
-Estupendo viejo, ¿y tú?- le dije mientras miraba a los alrededores. La colonia había cambiado mucho y yo no tenía conciencia de ello al respecto. Las calles hoy en día parecen más desoladas que años atrás.
-Es bueno ver de nuevo a los amigos- dijo.
- Aunque no lo parezca a mí también me agrada verte Tebas.
Esteban vivía a un costado de ese parque y durante cinco años normalmente todos los chicos nos reuníamos para charlar después de la escuela o para rematar la peda después de una fiesta durante los fines de semana. Su hermano mayor era policía de la zona en aquel entonces así que gozábamos de cierta inmunidad ante la ley para cometer cualquier zafarrancho.
Minutos más tarde, mientras ambos poníamos al tanto nuestras vidas de los últimos meses, un tipo alto con rostro un poco desgarbado se acercó a saludarnos con naturalidad. Lo miré despreocupado y después incliné un poco la cabeza y le dije muy discreto a Tebas:
-¿Quién es este cabrón?
Esteban me miró sorprendido y un poco desairado. Miró al chico escuálido con una sonrisa de contubernio y después entornó de nuevo hacia mí y dijo:
- No mames que no lo recuerdas. Es Manuel, “la muñeca”
Tenía una complexión muy raquítica, era demasiado alto y tenía una barba rala pero distinguible. No cabía duda, era él. Entonces recordé a Manuel. Era el chico que desde niño me hacía perder los estribos. Su padre era un adicto y su abuela una loca senil. Por aquel entonces Esteban tenía un local de maquinitas y Manuel siempre acudía desde primera hora. A veces faltaba a la escuela y su permanencia con el resto de la banda dependía de los mandados forzosos a los cuales siempre le sometíamos. Recuerdo que yo era al que sólo su presencia le hacía perder los estribos y por lo tanto los abusos constantes no cesaban. A veces le atizábamos tremendos zapes, le amarrábamos alrededor de los árboles., le exponíamos como carne de cañón para los perros callejeros. En las pedas le mandábamos a por las caguamas. En todo caso, siempre le obligábamos a realizar cualquier cosa de cualquier tipo que se nos ocurriese al instante. Recuerdo que siempre le estafábamos despojándolo de su dinero. Siempre traía consigo demasiado dinero para su edad así que cada vez que lo necesitaba le pedía plata con la falsa promesa de regresarle el cambio. Jamás le regresé un puto peso. Siempre le birlaba.
Sin embargo, al verlo de nuevo noté cambios demasiado drásticos fuera de los contemplados por la edad .Por aquel entonces, era un chico despistado gran parte de las ocasiones pero tambiénmuy vivaz e intrépido en otras. A menudo estaba contento y eso se proyectaba porque durante esos momentos tenía una mirada alerta y siempre permanecía inquieto. En cambio, ahora notaba en él una mirada agotada. Parecía exausto. Esencialmente, los chicos de hoy parecen haber nacido extenuados. Tenía la impresión que el chico en su camino había perdido algo. Pasó un rato y el chico trabó conversación con Tebas. Siempre fueron muy apegados esos dos. Mientras miraba el macizo y perturbador fundillo de una madre treintañera que mecía a uno de sus hijos en el columpio, me percaté de algo que para ser franco no generaba repulsión pero sí un intenso sobresalto. En el cuello de Manuel veía recorrer una extensa y profunda cicatriz a todo lo largo. Repentinamente, pensamientos lúgubres agolparon mi cabeza. Pensé en el intento de suicidio, en la violencia desmedida que su padre quizás seguía ejerciendo sobre él o en todo caso la violencia irreprimible que se ha apoderado de todo chamaco hoy en día. Decidí esperar unos minutos más para preguntarle qué rayos le había ocurrido en el cuello. A lo largo de los años siempre he sido un tipo sin inhibiciones por lo que sacar la anécdota no iba a provocar contrariedad alguna. Seguí mirando largo rato a ese maternal y lujurioso contorno empujando parsimoniosamente a su crio por sus pequeños omoplatos hasta que finalmente decidí preguntarle sin cortapisas.
-¿Y qué chingados te ocurrió en el pescuezo muñeca?
En ese instante los ojos de Tebas parecían desorbitarse de sus cuencos. A pesar de que ya conocía bastante bien como procedía en esos casos, nunca dejaba de escandalizarse. En ese momento volví a mirar su cicatriz con mayor cinismo y atención. Surcaba por debajo del cogote. Era profunda y los bordes relucían rojizos y abultados. Deduje que tal vez era muy reciente.
-¿A poco no te enteraste? Respondió en un tenor muy reprochable. – No mames Alejandro si vives a dos calles de la mía.
- ¿Pues qué no ves que casi ya no salgo? – dije en un tono muy categórico. Sentí pena entonces. Había sido completamente honesto y es que desde hace mucho ni siquiera daba un leve asomo por las pútridas calles de mi colonia. La sociología te obliga a hacer demasiado análisis de lo social en el escritorio. Pero también el análisis de lo social se encuentra entre las calles.
- Ocurrió hace seis meses- dijo mientras lamia el papel arroz de un pitillo sin filtro.
- Ya veo. Aún así parece reciente mijo.- dije. Esteban le miraba apesadumbrado y también secundó mi suposición.
- no wey, si estuvo cabrón. ¿Recuerdas al rana, al niga y al saulo?
- Desde luego. A esos morros yo los llevaba de cuando en cuando a robar cosas del walt mart, a jugar maquinitas de vez en vez o simplemente a ponerse hasta el culo desde niños conmigo en las juergas.
- Así es, por eso también aprendieron tus malas mañas cabrón- lo dijo risueñamente enardecido.
- Bueno y entonces ¿cual fue el pedo?
- Pues resulta que una noche, mientras le dábamos recio al chupe ese trío de gandules tuvo la ingeniosa idea de realizar un solo viaje para el resto de la noche. Habían llegado de conectar orange crush y un poco de scong. Tenían en su bolsillo unos micro-puntos y unas piedras, así que sólo querían realizar unas cuantas caguamas para la seca.
- Ya veo
- Bueno, el caso es que hicimos la vaca para mandar al rufo que apenas llegaba de la macuarreada. Estaba repleto de mezcla pero tenía las ansias necesarias por chupar, así que no se negó para tenderse en corto por el chupe.
Y?
-Pues en ese preciso día había sido quincena y yo cargaba puros billetes de doscientos. A cada uno nos tocaban 100 varos de cuota pero ninguno quiso cambiar un solo billete. De ese modo, resignado, les dí el billete y dije: No regresarán con el cambio. Eres un pendejo Manuel, le aprendieron todo muy bien al Alejandro.
- Y luego?- proseguí muy interesado mientras desprendía con una rama reseca una extensa y pastosa cagada de perro que se había adherido a mi tenis agujereado. Decidí no pensar el cómo estaban mis calcetines al descubierto en ese momento.
- El caso es que por una extraña sensación decidí tomar las riendas del asunto-dijo mientras masajeaba una de sus rodillas- Decidí que ya no era justo que abusaran de mi buena compañía. Por eso arrebaté de las manos del rufo el cambio reunido y decidí lanzarme a por la maldad yo mismo. De esa manera no podrían abusar de mí de nuevo. Bastante tenía con las taloneadas que me daba mi jefe para sus aceites,(su padre sólo tenía 10 años más que yo ), con mi abuela para su despensa y los medicamentos; porque dicen que ya está muy destartalada de la mollera y de paso mi carnala con dos hijos. Esa no la ve llegar y ahora tengo que correr con los gastos de esos dos engendros de padres anónimos también.

-¿En verdad tu hermana ahora ya tiene dos hijos? – dije mientras olía escéptico la varita aderezada de cagada. A decir verdad, eso sí que me dejó absolutamente atónito y compungido. Laura era una morena que rayaba en los veintes y tenía unas cachas espectaculares. Además de unas peras pequeñas pero sugerentes que siempre asomaba enhiestas. Había tenido dos encontronazos con ella a pelo suelto hace un par de años. Fue casual y definitivo. Así que al saber su infortunado presente le imaginé fláccida, amorfa y fodonga. Sentí pena por otra linda chica que sucumbe ante la corrosión del estilo de vida actual.
- Si, y madre soltera golpeada a madres-aseveró Manuel
- Me lo imagino. Prosigue nene .
¿Qué putas es eso de prosigue? No mames Alex, estoy notando que hablas muy raro
- La escuela me echó a perder mi niño. No debes tomarlo demasiado enserio. Tú sígueme contando. Quizás un día cuente tu historia.
- Bueno, la cosa es que para no caminar demasiado el rana sacó del zaguán de su casa una motoneta que le habían empeñado por 25 papeles.
- ¿Por veinticinco papeles?
- ¡Huy!, ni te asombres. Hace un mes el Cano dejó que le surtieran una reverenda putiza por sólo dos papeles. No tenía con qué pagarlos así que se acercó a la ventanita del rana y le hizo esa rara propuesta
- Si, lo sé. Cuando eres un adicto JODIDO serías capaz de dar como garantía tu propio esfínter
- ¿Qué es esfínter we?
- Será mejor que no lo sepas rey.
- Bueno, total. Subí a la motoneta, metí la llave giré el switch y cuando estaba a punto de salir a toda marcha se acercó la guarra de Karen. Entonces todos la miraron y a juzgar por sus miradas supuse que le iban a hincar el diente en cuanto me fuese a la misión. Por eso decidí llevarla conmigo. Subió, se apañó de mi cintura mientras yo le daba fondo al acelerador.
- No te hagas pendejo Manuel. Bien que elegiste un previo privadito
- Algo tenía que aprender yo también de ti padrino. (hubo sendas risotadas) El chiste es que armamos las municiones en corto. Sin pretextos ni obstáculos y justo cuando subimos al cacharro y le metía la llave un hijo de su puta madre que manejaba una pick up nos estrelló de súbito y me mandó a volar más de media cuadra. La moto quedó hecha peor que una lata aplastada de aluminio.
En ese momento, mientras contaba el clímax de su lamentable vida, el chico tenía esbozado en el rostro un talante melancólico. La expresión de su rostro se entendía completamente abatida. Recordar es muy crudo a veces. Pero lo es más tratar de no hacerlo.
- Si quieres me cuentas después muñeca- Le dije para sesgar la conversación que se había volcado incomoda.
- No hay purrún Ale. De todas formas tiene demasiado tiempo que no te topo así que es buen momento para contarte algo bueno
- Vaya que lo es.
- Bueno. Creo que pasaron un par de horas y la ambulancia aun no acudía. Estaba semiconsciente así que no me fue difícil comprender lo que estaba sucediendo mientras yo aguardaba mis últimos momentos. Estaba desparramado por la banqueta y a duras penas pude tocar mi cuerpo para comprobar si me había ocurrido algo grave. No podía ni siquiera alzar alguno de mis brazos. Sentía el recorrer helado de la sangre por casi todo mi cuerpo. Sentí que mi presión disminuía y los mareos aumentaban. No podía respirar con normalidad. A unos cuantos pasos escuchaba la respiración jadeante de la Karen. Lo único que pensaba en ese instante era que no se muriera esa hija de puta porque de lo contrario me la iban a cobrar caro.
-Imagino que la agonía es soportable siendo personal pero cuando se percibe en el otro a tu lado debe ser algo tormentoso
- Así es rey. ¿Sabes Ale? Tengo mucho respeto por ti. De la banda tú eres el único que se expresa con claridad. Se ve que has tenido una buena educación.
- No pongas atención en esas cosas. En todo caso no cuenta demasiado y no se interpone en la amistad.
- Mire a Esteban y tenía los ojos crisálidos. Siempre me ha gustado encontrar eso que sólo he percibido en los verdaderos hombres de la calle. Dureza y compasión. Esos hombres recios que nunca pierden la ternura en el debido momento. NO TODO SON FALSAS HISTORIAS DE ESTILO BUKOWSKIANAS como las hechas por nuevos escritores. Si bien existen hombres despreocupados, promiscuos, desinteresados y resingnados, también los hay tiernos, comprensivos y vulnerables. Ambos polos en uno solo. Una cosa es narrar la calle bebiendo güisqui frivolamente y otra muy distinta narrar la calle y vivirla bebiendo reyes triste y enternecido a veces. En realidad, esos que hoy narran lo que ocurre en la calle, las cantinas, los bares, las aceras, con las mujeres, vaya pues, la APARENTE sordidez lo hacen desde los lugares ostentosos y de una manera despreocupada y completamente cruda. Es muy cómodo narrar historias sucias desde la pestilente opulencia con la impresión de que todo es absolutamente despiadado. Esos tipos jamás se verán envueltos en la inmundicia cotidiana. Nunca expondrán sus pies y sus entrañas al autentico cochambre aunque aprendan a escribir sobre ello.
-No recuerdo la hora exacta- dijo Manuel- pero pasadas más de dos horas por fin llegó una ambulancia. El tendero de la vinata había llamado a la cruz roja.
- Corriste con suerte ternera
- No no, para nada. Espera
- Está bien. ¿Qué ocurrió?
- Escuché una sirena cerca. Seguro la ambulancia peinaba la zona buscandonos. Minutos más tarde llegaron y murmuraron varias cosas que no pude entender con claridad. Sólo quería que me llevaran al hospital. De pronto, uno de los paramédicos se acercó, tomó mi pulso y me miró de un modo ofensivo. Supuse que algo estaba mal. Entonces se incorporó. Estuve a punto de desmayarme por lo que le dijo a su compañero en un tono despreocupado .
- ¿Qué le dijo?
- Vámonos, estos mocosos están a punto de estirar la pata. Lo mejor es que los dejemos aquí para no tener problemas si chupan faros en el camino. Así sin más se largaron los hijos de su pinche madre.
Sentí una profunda pena y a su vez admiración por Manuel. De alguna forma, muchos de mis contemporáneos nos hemos arruinado por excesos y actitudes autodestructivas. Sin embargo, chicos como Manuel, sin incurrir en los excesos han sido engullidos por la temprana destrucción inminente de hoy en día. Uno mismo va deteriorándose paulatinamente pero ellos no llegan a plenitud sin tener el cuerpo y el juicio completamente lisiados.
- ¿Y luego?
- Pues no quedaba más que esperar la muerte. Pero una hora más tarde llegó una ambulancia de la cruz verde. Creo que esa siempre levanta a los perros
- - Siéntete halagado viejo- Le dije en un tono indulgente para atenuar la atmosfera cruda
- - El chiste es mi Alex que en cuanto toqué la camilla me fui de vacaciones mentales durante tres semanas
- Tres semanas en coma. Sí que es un buen tour mental chaquetín.
- No, no espera, viene lo mejor.
- Está bien
- .Mientras estuve esos días en coma, toda mi familia se reunía de sol a sol para mantenerse al tanto de mi condición. Durante esos días los putos del Saulo y el rana rompieron algunas ventanas de mi casa, se metieron y robaron sólo pertenencias mías
- ¿Cómo lo sabes?
- Hace tres semanas que los vi con algunas mudas mías.
- No esperabas menos ¿o sí? Ya sabes cómo es la banda hoy en día
-Sí que si´
- Y eso no es todo. La Familia de Karen extendió una demanda en mi contra por lesiones. La muy puta declaró que yo había sido responsable del accidente
- Seguramente te la trincaste y no quisiste andar con ella chiquillo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Una mujer despechada es un peligro inevitable.
-Pero bueno. Mientras estaba en el hospital ocurrieron otras cosas muy gachas
- Sin rodeos Muñeca- Le dije mientras Esteban estaba distraído y le embarraba los pantalones con la plasta que había retirado de mis propios tenis.
-Me amordazaron- dijo mediante un tono muy jacarandoso
-¿Pero acaso no estabas en coma?
-En cuanto desperté no tuve noción de nada y me atemoricé. Arme una trifulca. Arranque de mi mano los sueros. Le sorrajaba tremendos puñetazos a mi padre que permanecía angustiado al pie de mi camilla. Desprendí de mi garganta la manguera del oxigeno que tenía conectada. Al levantarme y decidir caminar, quebré el yeso que habían fijado en mi pierna derecha. Así, al dar tan solo unos cuantos pasos caí de frente y me desplome sobre un tubular viejo de otra camilla. Mi cabeza se estrelló con esa dura tubería y provocó mayores contusiones de las que tenía. Por supuesto, tuve tres operaciones. Una para reconstruir mi pierna con múltiples fracturas y otras dos para disolver dos hidromas: Uno ubicado en la ingle y otro en mi cerebro inflamado. Después tuve dos meses de terapias de rehabilitación. Son muy duras. A pesar de los buenos resultados que mostré en mi mejoría los doctores dicen que ha sido afectado algo de habilidades motoras. Ahora sólo puedo acudir a trabajos poco pesados. Al menos puedo mantener a mi hija
-¿No chingues chamaco. Ahora resulta que también tienes una hija?
-Así es, pensé que lo sabías. Fue lo más sonado en el barrio
- Recuerda que he tenido las narices metidas en asuntos poco gratos Manuel
- Sí, lo sé. Pero ahora que lo pienso la pinta ñera jamás se te ha quitado tío.
- Hazme la buena.
- Y pensar que una semana después me llamaron de una agencia para modelar ropa. Con eso podría haber obtenido dinero fácil y así ofrecerle una vida llevadera a mi chamaca. Pero con esta tremenda rajada eso es otra historia.

Nunca había tenido reparo en ello. En ese momento miraba a Manuel y en verdad se había convertido en un muchacho bien parecido. Tenía un porte parco y un tanto torpe, aunque sus facciones un poco afiladas lo hacían ver gallardo a pesar de su complexión extremadamente esbelta. Por un instante imaginé lo que hubiese ocurrido si yo tuviese en esos momentos una pinta atractiva. Después reivindiqué el juicio y reí en mis adentros. Hubiese sido un desorden mayor para todos, pensé.
Finalmente Manuel me miró esbozando una sonrisa complaciente. Por un momento sentí la necesidad de abrazarlo y lo hice. Ante esa muestra de afecto el chico se abandonó a mis brazos. Eso es lo que necesitan muchas personas que pagan cuantiosas sumas con un loquero. Con uno de esos estafadores. Tan solo una muestra fidedigna de afecto. Eso es todo para comenzar a borrar los desperfectos en una mente insana.

Se despidió, se alejó y no hubo más cháchara. Al cabo de un rato el Tebas y yo decidimos ir al otro parque de la colonia contigua para saludar a la vieja banda y mirar a a los nuevos patinadores. Haciendo el camino hacia el otro parque el Tebas decidió comprar un tabaco y un litro de agua. Entramos a la tienda y mientras me daba el dinero para que yo pagara él tomaba las cosas. Al salir le alcancé el cambio a sus manos pero entornó hacia mí al tiempo que decía:
-No te apures. Quédate con el cambio. A fin de cuentas ya estás acostumbrado. ¿O no?
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