martes, 1 de febrero de 2011

Aunque mis labios no se muevan, mi cerebro sonríe

Faltaban dos días para mi cumpleaños y yo aún no sabía cómo festejar. Las celebraciones anteriores tampoco habían sido singulares. En concreto, todo siempre consistía en paseos nocturnos, jornadas de biblioteca o películas de Donny Yenn. Por otra parte, las fiestas siempre habían sido descartadas. Mitigar el tedio con mucho más tedio no suele ser la elección adecuada.

Durante aquel día decidí reunir y ordenar muchos de mis filmes viejos. Estuve largo rato apilando numerosos estuches en algunas cajas, garabateando títulos en algunos discos y clasificando pacientemente mis películas favoritas. Alrededor de quinientas películas eran mis favoritas. Sólo conservaba el resto para consultas esporádicas o sencillamente por la vanidad del coleccionista. Mucho cine refleja pocas mujeres.

Hacia el término del atardecer ya había ordenado casi todo. Después de recolectar por toda la casa gran parte de los filmes, sólo restaba husmear por debajo de mi cama. Cuando hube tanteado con esfuerzo, palpé lo que parecía un bulto enfundado en tela que estaba atascado. Me incliné un poco más y logré desatascarlo. Cuando lo desenvolví encontré unas cuantas películas viejas. No logré comprender por qué había elegido separar aquellas piezas del resto. Aunque fuese razonable. Siempre escondía las cosas más importantes en los sitios más polvosos y pestilentes. Como mis autenticas emociones: detrás de un comentario de mal gusto o por debajo de un argumento corrosivo y lastimero. Algo parecido.

Vaya pues, Aunque las había escondido celosamente no recordé por qué. Entre ellas destacaban veneno para las hadas, volver al futuro, fando y lis y unas cuantas más. Entonces decidí colocarlas encima de un mueble y así me dispuse a encender la computadora. Justo cuando me conecté a internet y abrí el face revisé una notificación que me parecía extraña.

Mi amigo Tonatiuh había dejado un anuncio que más o menos decía:

-Wey, si quieres tu regalo de cumpleaños por adelantado marca a mi casa antes de las siete. Te envío por mensaje mi número.

Anoté el número, busqué el teléfono y marqué enseguida. Mientras la llamada entraba, intentaba definir qué tenía deparado para mí el buen Tona. Tiempo atrás, durante una conversación prometió invitar una noche cualquiera a su amiga. Desde luego era una morenaza de caderas demenciales que vivía cerca de su casa. Una de esas nenúfares que siempre me mantenían boquiabierto. También pensé que quizás había contratado a dos putas y un enano, una mujer guapa y velluda o al menos una metalera enfundada en cuero. Cuando las preferencias se tornan más complejas, las aficiones se vuelven más excéntricas.

Entonces se puso al teléfono.

-¿Qué hubo rey?- dije.

- Qué pedo- respondió muy contento-Vamos a ver a Austin Tv

-Sabes que nunca tengo suficiente dinero para esas cosas.

Y era cierto. Jamás he sido un hombre que despilfarre dinero de ese modo. Aunque la música ha sido una prioridad en mi vida, nunca he sido presa del fanatismo ingenuo.

- No te preocupes-dijo- conseguí boletos gratis.

Me sentí un poco desconcertado. Nunca pensé que Tona me invitase a cosas de ese estilo.

Tal vez mi extrañeza surgió porque mis diversiones siempre implicaban calle, cerveza y mujeres. Es decir, tensión, diversión y agonía.

Le dije que pasara a recogerme en media hora y colgué. Fue entonces cuando recordé por qué había resguardado aquellas películas que había encontrado esa tarde. Cada una de ellas fue empleada para uno o varios sampleos dentro de las canciones de Austin. Los diálogos extraídos de esos filmes representaban la condensación del sentido de cada rola. Austin era mi banda mexicana favorita. Austin es poesía sonora.

Saqué una chamarra del armario, me puse unos calcetines limpios y agurdé un poco al pie de la entrada hasta que Tona llegase.

Al llegar, Tona me miró muy complacido y me dijo que era hora de marcharnos. Conforme hacíamos camino en el transporte me puse a pensar en mi amigo. En realidad, el cretino me había dado una lección esa noche. Supuse que no hay nada más grato que saberte capaz de producir felicidad en el otro. Creo que el afecto comienza cuando buscas generarlo en el otro.

-Wey- atronó Tona- debo decirte algo.

-¿El qué?

-El toquín es en la condesa.

-Sabía que algo vendría a estropearlo.

De nuevo me dirigía hacia ese tacho de basura. Por más obstinado que fuese para apartarme de los sitios más estrafalarios y esnobistas, por alguna razón siempre recalaba en ellos.

Para ser preciso, no era el punto geográfico lo que me enfurruñaba. Su carácter simbólico como representante de un tipo de “cultura” era lo que me contrariaba. A fin de cuentas, en esos lugares siempre se concentran “las sociedades de la cultura y el conocimiento”. Sí, esos grupos petulantes que imponen su propia visión sobre el arte. Así como en París, Barcelona, Nueva York, el D.F también tiene su sociedad de pretenciosos y aburridos jueces de la creación humana.

Sus cafés, su música, su literatura, sus aficiones… todo corresponde a una realidad demasiado distante a la de la mayoría. Todo en su haber no es más que un abominable montaje de costumbres y apreciaciones mezquinas estériles y carentes de cualquier intención humanista universal.

-¿Por qué te molesta tanto ese sitio mijo?- preguntó muy desconcertado Tona.

Comencé a formular conjeturas accesibles para mi amigo. La responsabilidad intelectual no se ubica en la interrogante ¿Me entiendes? La autentica artesanía intelectual se encuentra en recibir un si a la pregunta: ¿ Me explico?

- Lo que sucede wey -dije- es que sus aficiones son mu ajenas para mi.

- -¿Pero no veo por qué?

- -Por ejemplo, ellos montan una exposición de pintura en la condesa para los vecinos de la condesa con la intención de expresar su visión DESDE la condesa.

- -¿Quieres decir que lo hacen para ellos mismos?

- -Aunque en su discurso no lo parezca en su práctica si.

- -¿Por qué lo dices?

- -Porque son eventos muy estéticos donde siempre se requiere de algún tipo de formación o conocimiento. Eso muchas veces no puede lograrlo la mayoría de personas.

- -¿Quieres decir que ellos son una especie de club artístico hermético?

- -Algo así.

- -Vaya, nunca lo había pensado de esa manera.

- -Si, lo peor del asunto es que promueven una belleza estética mientras en su práctica cotidiana son indiferentes entre sí, conspiran y se aíslan emocionalmente unos de otros. Compiten todo el tiempo por un prestigio cultural a fin de cuentas.

- -¿Pero cómo es posible eso?

- -Están incomunicados unos de otros. El hecho de participar juntos en muchos proyectos no quiere decir que sean muy buenos amigos.

- -¿Lo crees?

- -No, lo he constatado.

- -¿Cómo?

- -Eso es una historia que después te contaré.

- -Siempre tienes muchas cosas para contar.

- -Todo el mundo las tiene. Desafortunadamente, pocos se entusiasman para hacerlo. El punto es que quiero decir que el arte no solo es lo bello hablando en términos estéticos.

- -¿Entonces qué es el arte?

- -Hay una definición universal que todo mundo ha olvidado.

- -¿Cuál es?

- -LO HUMANAMENTE OLVIDADO.

- -¿De dónde proviene eso?

- -Algún día tendrás que leer con paciencia, pasión e inteligencia El Capital.

- Después hubo un solemne silencio durante el resto del camino. Nos apeamos en la avenida Álvaro Obregón y enfilamos sin pausas.

- Ahí estábamos, andando por el escaparate más grande de la capital. Lanzando miradas burlonas, profiriendo insultos elaborados y contemplando al ganado femenino con el pedigríe más selecto del Distrito Federal.

- - Mira wey-dijo Tona- esas güeras están observándote, eres re guapo.

- - No wey,- le dije- lo que ocurre es que gente como tú y yo somos una especie de souvenir exótico.

- -¿A qué te refieres?

- -Eres como una mascota exuberante. Una atracción temporal que no cuadra en su vida cotidiana.

- -Sigo sin comprender.

- - Pues eres como un faisán o un tigre de bengala. Una mascota que les atrae por algún tiempo. Un entretenimiento que despierta en ellas una curiosidad desbordante. Un regodeo que siempre es ilícito ante el resto y que mantienen celosamente en secreto.

-No me la succiones con eso wey

- Te lo garantizo. La pobreza y la aspereza también se han vuelto una atracción para los hipsters.

Caminamos largo rato por las amplias calles de ese albañal. Torcimos unas cuantas cuadras y entre tanta desorientación caímos en el sitio correcto.

Pensé un poco sobre mi mala fortuna en los lugares de ese estilo. Pero, después de todo, seguía siendo un vago y lo que más caracteriza a uno es un amplio curriculum en las calles. Uno no puede escribir sobre lugares, persona o situaciones con sólo imaginación. La literatura cobra vida cuando proviene de la vida misma.

El imperial era un lugar reducido y discreto. Eso me produjo de cierta manera un poco de confort. Al llegar a la puerta un monigote hercúleo y fanfarrón pidió nuestras identificaciones. Después de comprobar nuestros nombres penetramos al interior.

En verdad era pequeño. Demasiado pequeño para una tocada habitual pero espacioso para un evento privado tal vez. La parte baja asemejaba ser una cantina y la parte alta una anchurosa pista de baile. Muy cerca de la recepción se encontraba el escenario esquinado. Era igual de pequeño y en forma oval.

Estuvimos casi tres horas en espera de la banda. Mientras tanto, de cuando en cuando me abría paso entre la multitud, entre esa fauna variada para desentumir los pies y aligerar mi impaciencia por el retraso.

Aunque las luces estaban lánguidas, podía entrever la frondosas y exultantes posaderas de las chicas. Había gente de todo tipo pero sobre todo adolescentes que estilaban vanidad, presunción y mucha rebeldía de escaparate.
Conduje la vista hacia todos lados y lo único que observé fue a una audiencia temerosa, apática y pedante. El ambiente de los conciertos hoy en día se ha vuelto muy fúnebre y “descafeinado”. En ningún momento conseguí sentir la gracia de las viejas tocadas donde una atmosfera de fiesta, comunión y autentico goce envolvían a todos.

Al fin, cerca de las once y media la banda saltó al escenario. Sin preámbulos, comenzaron a tocar Roy Rogers. A decir verdad, una de mis rolas favoritas. Aunque pude despertar un entusiasmo considerable, el ambiente seguía siendo decepcionante. Desde el principio, la banda toco con energía y exaltación.

Hacía nueve años que yo los conocía. Sonaba Roy Roger y yo recordé la primera vez que la escuché. Fue en el cuchitril del Alicia. En aquella ocasión, el público era incipiente y escéptico. Aún no sabían lo que era el post rock instrumental. Nunca olvidaré los primeros repiqueteos de la batería, las rasgaduras de las cuerdas y esos sampleos que aderezaron por primera vez a mi oído de esas dulces composiciones musicales, tan singulares y tan terapéuticas en algunos momentos. Hacía nueve años que Austin era para mí la banda que había conseguido barrer con mi melancolía. Estaban frente a mí después de cinco años de no verlos.

Recuerdo que tiempo atrás, utilizaban máscaras de conejos. El mensaje era claro: la música no tiene rostro y a veces no tiene voz. Ahora tenían enfundadas unas máscaras con lets en torno al rostro. El pequeño escenario ofreció un bello juego de luces análogas. Cuatro rolas más tarde tocaron Rucci y entonces la gente comenzó a cambiar su actitud. El lugar propició una buena acústica. Las manos y los hombros comenzaron a balancearse en un rictus de ensoñación. Lo habían logrado una vez más. Austin pudo de nuevo, ser la banda que duerme a la mente y arrulla el espíritu insomne.



El toquín continuó con plena algarabía. A mitad del concierto, Chio, Rata, Chato, Xna y los demás resoplaban por el cansancio. Sin embargo, nunca desistieron. Entonces hicieron una pausa y anunciaron el cumpleaños de próximo de Chato. Coincidentemente era el mismo día de mi cumpleaños. Hizo algunos anuncios de eventos próximos como el lanzamiento de su nuevo disco y otras cosas intrascendentes. Agradecía a los presentes mientras yo ya no prestaba atención. Yo ya estaba coqueteando con la chica de junto que desde luego, iba acompañada. De pronto hubo un silencio inusual.

Todos enmudecieron estrepitosamente. Miré a chato y tenía el rostro dirigido hacia las luces. Ante un acto que ya era incontenible comenzó a relatar lo que había pasado por su mente hacía unos meses. Habló del suicidio.

Todos estaban absolutamente conmocionados. En los rostros se proyectaba un gesto de incredulidad y desconcierto. Con voz entrecortada relató a todos sus pensamientos del año anterior. Una de las luces en transversal iluminaba su mano izquierda que empuñaba el mango de la guitarra. Confesó al público que desde hace un tiempo sentía que estaba a punto de perder los estribos. Decía sentir que nada de lo que había hecho hasta el momento reflejaba un logro significativo o un aporte a la humanidad. Su voz sesgada complementaba su mirada hacia un punto indeterminado. Miré a la multitud y tuve la impresión de que muchas personas también tenían esa vaga mirada. El resto del grupo permanecía en silencio y yo, yo simplemente comprendía por qué me entusiasmaban demasiado las rolas de Austin.

Así entendí que en algunas ocasiones las composiciones conmovedoras germinan a partir de un dolor contenido. Sabía que la alegría permanente era para los que pretendían evitar la miseria espiritual. En cambio, Chato demostró que la ternura sólo era expresada por aquellos que habían logrado salir de ella. La música es de los pocos refugios que aún quedan para el hombre, pensé. De esa forma vino a mi mente la frase del buen Javier Ibarra: La música es la madre de todas las ciencias porque distrae las conciencias de una generación suicida. Tal vez, en unos cuantos años sea el único remanso que le quede al alma humana.

Las mentes incrédulas jamás comprenderán que un artista verdadero es un sujeto atormentado. Los románticos son supercheros. En cambio, la más genuina ternura reside en un hombre lleno de estragos. A veces, los hombres decepcionados y agonizantes son quienes logran mover al mundo un poco.

En unos minutos eso fue otra historia. Prosiguieron con la tocada y ahora la gente se había apelotonado en el centro.

Miré a Tona y tenía los ojos crisálidos. Por alguna razón eso me venía a menos. No es que me irritara su burda melancolía. Pero, el hecho de que chato hubiese expresado eso y después verlo continuar en el escenario fue como una declaración vociferada hacia todos lados. “inténtalo” fue lo que yo comprendí y me sentí contento.

Dos rolas más tarde, anunciaron que iban a tocar un nuevo tema. Decían que era muy distinto a los anteriores. Declaraban que en ella habían depositado gran parte de su creatividad. Dejé disuadirme por la belleza del momento. El escenario lucía más iridiscente que antes. Cuando escuché el título de la rola experimenté un tibio sobresalto. “Aunque mis labios no se muevan, mi cerebro sonríe." Era lo que ocurría, con chato, con los pesimistas. Conmigo mismo. La gente usualmente supone que al no torcer los labios siempre estás molesto. Nunca distinguen que quizás ellos mismos, al llevar una vida demasiado apática son en realidad los que nunca sonríen de verdad. Las acciones de uno mismo ante los otros son el reflejo de tu estado anímico autentico. La sonrisa no es lo humanamente perdido sino la capacidad para producirla en el otro.

Una vez más afirmaban que eran artistas, una vez más rescataban lo humanamente olvidado. Con ese título demostraron que un artista es aquel que tiene la capacidad para expresar mucho en tan poco. Escuché atento. Permití que el sonido se filtrara por el Eustaquio. Lo dejé vibrar en mí sin moderación. Hubo un crescendo del sonido. Volví a sentir un paroxismo como cuando la miré a ella por primera vez. Si, a ella que siempre recuerdo. Es decir, sentí una exaltación de los sentimientos por los recuerdos y la música. Continuaron tocando poco más de media hora.


Como sospechaba, cerraron con mi canción favorita. Ella no me conoce. Es una rola que siempre ha acariciado muchos de mis recuerdos. La tocada finalizó pasada la una. Caminamos hasta insurgentes y tomamos el metrobus sin decir nada hasta llegar a casa. Dormí muy inquieto.


A la mañana siguiente estaba sobre la avenida charlando con mi vecino Julio. El iba rumbo al trabajo y yo a ver que hacía en vista de las aburridas vacaciones. Entonces su amigo de la escuela Ramón que iba a recogerlo se acercó y se integró en la conversación. De pronto escuché que le cuestionaba a Julio el por qué yo era una persona tan seria. Julio me miró y le respondió:

-Deberías charlar a menudo con él. Es un poco burlón. Parece una persona muy sería pero si lo haces, seguro te llevarás una tremenda sorpresa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que extraño eres, me encantas.